Después de caminar mucho por calles llenas de casas de colores, llegábamos a nuestro destino y yo me daba cuenta de que mi maleta más grande no estaba por ninguna parte. Le preguntaba al puertorriqueño, quien me decía que se había quedado en el aeropuerto. Desesperada, intentaba devolverme, pero el hiphopero me decía que era peligrosísimo, y los buses que salían desde ahí solo iban a La Guardia (¡como los buses que salían del barrio de Minori de verdad!). Entonces de un edificio emergía Minori al haberme oído gritar y espantaba de algún modo al señor, llamándolo timador y no sé qué más. Me invitaba a pasar y me empezaba a regañar que por boba e ingenua.
Luego estaba en una librería gigantesca con mis padres, quienes me iban a comprar unos libros de Michael Ende. En la torrecita de libros escogidos estaban La historia interminable, Momo y uno desconocido. Al fin yo me decidía solo por el desconocido en vista de que los otros dos los tenía en Colombia, pero cuando lo iban a pagar no lo encontrábamos por ninguna parte. La cajera nos decía que esa era la única copia y yo me ponía triste. Les decía a mis papás "aaaaay, yo quiero un liiiiibro" haciendo pucheros.
Por último soñé algo relacionado con el colegio. No recuerdo casi nada, pero sé que la niña que se casó y se fue a Suiza me ofendía de alguna manera.
Después estaba en un aeropuerto; iba a tomar un vuelo nacional por Avianca, no sé desde dónde ni adónde. Veía a Himura y me hacía la loca, pero me bloqueaba el paso para saludarme. Las azafatas nos interceptaban poco después para hacernos muchas preguntas sobre el menú de a bordo. A mí me preguntaban por traducciones español-inglés de la comida que me iban a dar.
Otra vez me siento inadecuada en sueños, tal como cuando estaba en el colegio. Otra vez me rodeo de miradas condescendientes y un poco de malicia.
- Mi hermana y yo tenemos un accidente depilándonos con cera. Yo me miro el costado izquierdo y está lleno de pústulas, sangre y cera pegada.
- Mi tío G. se mete en problemas por prestarle un asador a la mafia. En principio yo soy la única que sabe del peligro que corremos, pero mi abuela paterna pregunta adónde va mi tío con el asador mientras lo ve alejarse. Me angustio y me toca contarle todo.
Creo que alcancé a despertar un ratito, pero volví a acomodarme. Entonces resultaba en el matrimonio de una niña del curso (la que cumple cinco días después que yo, también casada en la vida real) y la felicitaba justo antes de irme de la fiesta. Había pasado todo el tiempo conversando con otras personas (incluso hablando en contra del matrimonio) y no creía que fuera a poder cruzar palabra con ella. Natalia y yo estábamos contentas de vernos, pero ella me decía algo que daba a entender que me había invitado a su boda por pesar. Yo estaba mal peinada y muy enternecida con ella.
Por último soñé con una animación como de principios de los ochenta (al estilo de aquella de la propaganda de Renault 4, "amigo fiel"). Una voz en off decía que regresar a Bogotá era "como una espuma conocida" mientras aparecía una mujer caminando por una calle del barrio donde queda la casa de mi tía. Entonces, de una alcantarilla que parecía una junta de expansión de un puente, emergía espuma como de Coca-Cola (como la que cae del techo en aquel capítulo de The Big Bang Theory) y a la mujer le daba mucho asco.
En algún punto de esta mezcolanza de sueños se mencionó la palabra "Cavorite", pero no recuerdo cuándo ni cómo ni por qué.
(Qué detallado se pone mi cerebro a veces... No recordaba la existencia de esas dos estaciones, pero resulta que son reales: cerca de Nagatacho está el edificio de la Dieta, y Akabanebashi da contra un parque que conduce a la Tokyo Tower.)
De repente estaba rodeada de una familia que no era la mía. Le estaban cantando el Happy Birthday a alguien y había un niño chiquito que se estaba portando mal, creo que porque había algo a lo que se estaba negando. De pronto toda la familia lo examinaba para saber si era niño o niña.
De repente mi familia y yo estábamos de viaje en bus por Vietnam. Nos deteníamos en un parque de diversiones donde yo ya había estado en 2008 (cosa que en realidad nunca ocurrió) y nos montábamos en unas atracciones un tanto peligrosas, pues no tenían cinturón de seguridad. Eran gigantescas y todas hechas de troncos como los parques para niños en Bogotá. Yo intentaba recordar el nombre de este lugar, que no era ni Da Nang ni Nha Trang, pero no lo lograba. Mientras montábamos en el inmenso aparato aquel la cámara (la S2) salía volando y casi perecía, pero mi hermana y yo nos aferrábamos a ella desesperadamente. Al final yo sufría una caída un tanto aparatosa a cuenta de la salvación de la cámara.
Al caer la tarde yo peleaba con mi papá porque había escogido la manera más aburrida de salir del parque, en unas sillitas colgantes como las del Parque del Café, y había forzado a mi mamá y mi hermana a montarse ahí. Yo le decía que yo saldría por donde quisiera y me iba a un pasillo gelatinoso donde aparecía una versión chiviada de Daria. Entonces me daba cuenta de que esa y las otras salidas aparte de la de mi padre eran peligrosas y yo resultaba recorriendo un camino larguísimo, al parecer sobre el filo de las cercas de todos los edificios hasta la casa. Durante el trayecto veía casas dedicadas enteramente a películas de dibujitos animados: había una de Bob Esponja, una de La noche de las narices frías y una de Oliver y su pandilla. En el proceso yo dejaba de ser yo y resultaba ser una adolescente japonesa embarazada. El resto del sueño transcurrió en inglés y japonés, y yo estaba quejándome con mi mamá (que no era mi mamá porque yo no era yo) por no encontrar la ropa de maternidad que necesitaba. Tenía una pinta horrible de leggings grises, una blusa larga verde pasto con una blusita debajo y una media tobillera amarillo limón, cuyo par no encontraba. Mi mamá me decía que no me preocupara, que "it's normal to have a little miscarriage" en esta etapa. Al final miraba una foto donde salía yo (la japonesa) con el padre del niño, y me daba cuenta de que él no era ningún jovencito: sus facciones lo delataban como casi cuarentón, y tenía un mohawk corto como Mario Baracus. En la foto no sonreía.
Volvía a Colombia y me ponía una cita con alguien para vernos. Sin embargo, cuando estaba en el lugar de encuentro (creo que era Cafam de La Floresta) me daba cuenta de que la persona y yo no nos habíamos dicho en qué puerta nos encontraríamos y cuando iba a coger el celular para llamarlo me daba cuenta de que tenía el de mi madre, en el cual no estaba grabado su número, y yo no podía recordarlo. Mi familia me encontraba en esas y me llevaba a la casa de mi tía, donde una prima aparecía y me saludaba. Yo estaba llorando. Pensaba que si el del encuentro hubiera sido Himura, habría podido llamarlo porque el suyo era el único número de celular que aún me sabía de memoria. Mi tía se ofrecía para llevarme a mi casa a recoger mi celular para no perder mi cita, pero ya había pasado más de media hora desde la hora convenida (como que la cita era a las cuatro porque eran las 4:36.
Creo que alcanzó a haber un rato de no pensar antes de soñar esto:
Estaba en Argentina, en un salón lleno de duchas. Las duchas eran bastante interesantes: una combinaba agua y alcohol pero la presión era tan fuerte cuando me iba a meter el agua (o el alcohol, eran dos chorros) me mandaban al piso. La gente me veía tirada ahí como una cucaracha pero no me ayudaba a parar. Al fin me incorporaba y exponía mi región lumbar al golpe del agua a ver si me masajeaba. Después iba a meterme a una ducha que proyectaba muchos chorros desde muchos ángulos, pero por alguna razón no podía. Tengo la impresión de que siempre me estaba resbalando en ese sueño. Había muchas argentinas lindas, por cierto.
Como no falta la metamorfosis del lugar en el sueño largo, resultaba de repente en la cocina de un restaurante. Veía a los chefs preparar muchos platos con jamón. Se veían muy apetitosos.
Mi familia y yo íbamos caminando por el barrio para regresar a casa cuando nos interceptaba Himura, quien vestía mi sudadera verde oliva de estar en casa. Me daba un poco de vergüenza verlo con esa ropa que le quedaba chiquita. Decía muchas groserías frente a mis papás pero se disculpaba. Decía que había venido hasta el barrio porque yo no había llegado a nuestra cita (¡la del sueño anterior!).
Desperté con "Azul" de Natalia Lafourcade dándome vueltas en la cabeza.
No recuerdo cómo pero descubría que tenía un pliegue sangrante sobre un seno. Corría a un baño y resultaba en el cuarto de Amber, quien compartía su baño con alguien más (era una habitación un poco más cara que las normales; baño compartido entre dos cuartos y mucho, mucho espacio). No quería desordenarle las cosas, así que corría al baño de otra persona, no sin antes dejar una cerradura compleja tal como la había encontrado antes de entrar.
En el espejo del baño notaba que si abría un poco el pliegue se veía una gran cantidad de coágulos; era una hendidura que iba directo a mis órganos internos. Trataba de lavar la herida y el piso se llenaba de charcos de aguasangre que me apresuraba a limpiar para que nadie sospechara que alguien había estado allí.
Después volvía a verme en el espejo de otro baño y encontraba que se me había caído la piel desde el cuello hasta la mitad del tórax y se me veían los órganos internos por entre las costillas. Intentaba ver mi corazón latiendo pero no lo encontraba. Nadie sabía que yo me encontraba en esta condición; por encima de la ropa yo me veía perfectamente normal, pero estaba averiguando qué se podía hacer en este caso. Lo único que encontraba era el caso de una mujer en Perú a la que se le había derramado toda la parte de adelante (piel, ojos, etc.) en un estadio.
Me estaba quedando en un cuarto de hotel junto a otras personas (niñas como de 18-20 años) y tenía un examen de biología que presentar en una hora. En vista del tiempo que me quedaba y que no había nadie en el cuarto, invitaba a Cavorite. Sin embargo, no todo era felicidad, pues sin haber empezado siquiera nos dábamos cuenta de que una niña se había quedado dormida y aún seguía en la habitación. Chasco. Y encima se me hacía tarde para el examen. Agh.
La niña dormida, por cierto, resultaba ser un contacto de Twitter. Tenía las piernas extremadamente peludas.
- Se partía la punta del enchufe de los parlantes de mi computador, dejándome sin buen sonido para el computador. Frustración y mil intentos inútiles de pegarlo esperando que las dos partes milagrosamente se fundieran uniéndolas con fuerza.
- Hacía fila con Ovidio en la sección de migración de un aeropuerto, saliendo de algún país. Era una fila larga, larga, larga, como cuando uno viaja desde Estados Unidos y tiene que pasar por donde hay que quitarse los zapatos y todo el mundo viaja al mismo tiempo. Le daba un beso en la mejilla. Estábamos contentos. Al despertar me di cuenta de que solo en el sueño había podido recordar bien su voz.
De pronto en RCN salía un homenaje a mi mejor amiga del colegio que supuestamente había muerto. Yo no lo podía creer, primero que todo porque había hablado con ella el día anterior (cosa que no he hecho en realidad) y, segundo, porque ella no había nacido en 1958.
Cambio de escena. Caminaba a lo largo de una vía férrea, en un paisaje parecido al del norte de Bogotá (árboles altos y casas de ladrillo). Pensaba en el regreso a no sé dónde. Veía pasar un tren. Pensaba que cuando Cavorite regresara también tendría que tomar el tren local y se demoraría mucho más.
El viernes antepasado soñé que no le había explicado bien a Cavorite—quien se estaba quedando en mi apartamento—cómo era que se usaba mi lavadora, por lo cual él no podía lavar su ropa. El asunto me preocupaba hondamente.
De pronto estábamos en casa de mi tía e íbamos a ir caminando a alguna parte, pero mi hermana y yo nos demorábamos en salir porque estábamos viendo a alguien (¿mi mamá?) hacer galletas de fresa en el garaje. Cuando emergíamos nos dábamos cuenta de que Himura y su combo no nos habían esperado. No obstante, los encontrábamos unos pasos más adelante. El hermanito estaba furioso porque se habían ido sin nosotras y su pataleta los había hecho detener.
Estaba en un recinto de paredes grises donde escuchaba a la gente hablar de sus proyectos de tesis. De pronto una profesora se me acercaba y me preguntaba que al fin qué pasaba con la mía. Le pedía que me escuchara, le decía que ellos nunca me habían escuchado mientras fui estudiante de allá, que al menos ahora por fin me estaban tomando como miembro del departamento. Le contaba que me había ido en 2006, que todo este tiempo había estado en Japón pero había regresado a terminar. Me preguntaba qué quería hacer y le decía que no estaba segura, aunque tenía un deseo que no me atrevía a manifestar. Mientras hablábamos notaba que la hoja donde alguien había escrito su propuesta de tesis tenía un dibujo a lápiz de Saturno. En la conversación salían a relucir diversos proyectos en los que yo había tomado parte pero que no tenían absolutamente nada que ver con mi carrera y que yo trataba como si no tuvieran la menor importancia para mí.
La profesora se reunía con otros miembros de planta y discutían a ver si me dejaban continuar en la universidad después de todo este tiempo. El veredicto de ellos era que la literatura no era lo mío, que debería dedicarme a otra cosa, que me la había pasado haciendo cosas no relacionadas con el área de estudio, que ni siquiera había sido capaz de decir sobre qué quiero hacer mi tesis. Entonces yo explotaba y les gritaba "¡¡¡QUIERO ESCRIBIR UNA NOVELA!!!"
Se reían de mí y preguntaban sobre qué.
—¡No lo sé! ¡Eso explota en el camino! ¿Nunca han escrito? ¡Podré no saber de literatura pero sé que quiero escribir!
Me ponían a prueba, dándome un plazo para escribir una frase que los conmoviera. Yo asumía el reto, convencida de que lo superaría.
Estábamos en casa de mi tía, pero aún era la casa de mis abuelos. A alguien en el piso de abajo le mencionaba que arriba todos dormían (mi hermana y yo habíamos visto a mis padres darse besos, pero el resto descansaba). Yo llevaba un vestido como de niña, y al bajar saltaba del tercer escalón, tal como cuando era chiquita. En el patio había una ventana vieja parada sobre una piedra o un objeto de piedra. Mi primo mencionaba que le daba pesar una ventana que no diera a ninguna parte. A mí me parecía bonita, toda cubierta de musgo y hojas secas oscurecidas por la lluvia.
Alguien se estaba deshaciendo de unos stickers de Raphael. Yo los quería, además de querer una carátula de un disco de él con Gigliola Cinquetti que también había sido abandonada en el patio.
No sé cómo se produjo el salto a quién sabe qué lugar donde me enteraba de que unos estudiantes de animación o algo así estaban renovando TRON, pero como estaban aún en una fase temprana del proceso, algunas escenas habían sido reemplazadas por dibujos en Paint. A mí me parecía un noble esfuerzo.
Y en esas terminaba en la cocina de la casa de mi abuela paterna, quien había hecho galletas. Eran grandes, blanditas y tenían chips de chocolate.
Ahora seguía sentada en una taza, pero ya no en un baño sino en medio del hall de entrada de un centro de convenciones en Tokio. Una señora me preguntaba en japonés si sabía adónde debía ir para quién sabe qué evento y ella hacía un par de preguntas en la recepción. Duraba ahí mucho tiempo sin importarme que todo el mundo me estuviera viendo, pero algo preocupada porque gracias al estreñimiento estaba acaparando el sanitario. De pronto me daba cuenta de que otra vez estaba teniendo un sueño donde estaba estreñida mas no avergonzada en un lugar donde todos me podían ver.
Volví a conciliar el sueño y vi un episodio de una serie animada que, según tenía entendido, era The Simpsons. Homero intentaba ganar dinero de maneras muy absurdas. Por quemarse las manos poniéndolas sobre algún metal al rojo le pagaban ¥490. Entonces salía un pez del agua y el aire se convertía en agua, o al menos se volvía respirable para el pez, y de arriba salía una legión de pastos a perseguirlo. Al parecer ese cambio en la dimensión había sido culpa de Homero. Ese era el final del capítulo y el pez nadaba rapidísimo hasta convertirse en el logo de la productora de televisión.
Ahí sí desperté.
Después estaba en la cafetería de pastas que hay frente a mi facultad y me encontraba con Cora, la rumana, para devolverle el libro que me había prestado hace tanto tiempo (Freakonomics, no sé por qué me lo prestó si yo claramente no lo iba a leer). La acompañaba un desconocido. La cara se le iluminaba al verme y me saludaba efusivamente. (Recordemos que Cora en realidad me odia y me condenó al ostracismo en Tsukuba, lo cual a la larga mejoró mi calidad de vida enormemente.)
Veo una calle estrecha y pedregosa, parece España, o la imagen que me hago de alguna ciudad de España. No sé qué pasaba ahí, pero de repente estaba yo en una especie de bar con Azuma. Tenía el corazón roto y me dedicaba a vaciar botella tras botella de una cerveza que sabía a raspberry ginger brew. Azuma se reía con ganas de mi afán de beber. A mí me gustaba el sabor del trago y tenía mucha sed. Estaba segura de que no podría emborracharme con algo que supiera así, pero aparentemente ya me estaba prendiendo. Azuma me sacaba de ahí y me llevaba a su cuarto, un recinto de paredes de madera poco iluminado, cálido. Yo anotaba que tenía dos camas pese a vivir sola. Ella se reía y, sentadas en una, empujábamos la otra con los pies hasta estrellarla contra la pared.
Fotocopia de la tarjeta de extranjería. Fotocopia de la libreta de ahorros. Formulario relleno. Dónde está el formulario. Sobre para enviar papeles. La oficina postal cierra a las cinco de la tarde. Llevar pasaporte, carné y tarjeta de extranjería a la facultad de biología para lo del tour de la JAXA.
Pensándolo bien, no es hermoso. Pero al menos no se me olvidará. Espero.
Hay una discusión quién sabe con quién sobre la diferencia entre itsuka (何時か, "algún día", "en algún momento") e itsuka (五日, "el día cinco del mes"). Voces me hablan de madurar. Debo madurar. Madurar.
En mi cabeza suena "Close Your Eyes" de Basement Jaxx. Cuando despierto del todo lo único que queda es esta canción.
En duermevela, justo antes de despertar, oí cómo Lucas (amigo de adolescencia) me advertía que me iba a caer alguien del Edgar Winter Group.
Necesito dejar de evocar los sueños en términos narrativos porque pierdo detalles. Hay que permitir que las imágenes fluyan.
- Ovidio cerraba su blog. Al parecer había encontrado el amor de su vida y ya no necesitaba decir nada más.
- Me encontraba con Lowfill y le preguntaba por Himura. Me decía que estaba muy mal, enfermo.
- Estaba con Arhuaco en un recinto público, pero no logro saber qué tipo de sitio era. Este sueño es altamente confuso; en mi cabeza veo cosas clarísimas pero no puedo ni conectarlas entre sí ni explicar qué son.
Arhuaco y Cavorite se daban a la tarea de emular las propiedades de este instrumento en software. Cavorite creaba los "Cavodrums" (la idea del nombre era mía) y Arhuaco algo relacionado con los instrumentos melódicos. La interfaz del programa de este último tenía bonito diseño (en realidad no; era una cosa noventera fucsia), lo cual era de esperarse porque, claro, él se dedicaba a diseñar interfaces para las cosas que programaba (nada más lejos de la realidad). Yo estaba bajando los programas de ambos a mi computador, pero no podría decir dónde estaba mientras esto ocurría. Sobre mí se extendía el cielo de la tarde, de un azul cálido con nubes ambarinas.
De repente, aunque esta imagen ya no es clara, yo estaba programando algo y Arhuaco me decía que lo estaba haciendo mal. De fondo o en mi cabeza sonaba "Dès que j'te vois" de Vanessa Paradis.
- Me iba a cortar el pelo y querían dejarme la capul bastante corta, así como la tuve en 2007.
- Les mostraba unos dibujos que estaba haciendo en mi cama a mi madre, mi hermana y mi tía. A esta última le contaba que quería tomar clases de guitarra o de dibujo en la Academia de Artes Guerrero. Al parecer podía hacer cosas bonitas con lápices de colores; una mujer que estaba haciendo mientras hablaba llevaba un chador azul cobalto.
- Estaba en el estudio de grabación donde se había filmado el video de "Ruby Rises", de Oren Lavie (hasta donde tengo entendido esa canción no tiene video). Oren estaba ahí, y la gente comentaba algo sobre lo futurista del video o de su aspecto (a veces se veía de lejos como un ejercicio de dibujo anatómico: calvo, musculoso y plateado). La canción sonaba incesantemente. El lugar era un espacio amplio de techo alto, piso azul oscuro y paredes de concreto. Había mucha gente allí.
- Mi tío aparecía en el set y me regalaba paños para limpiar el carro. Cuál carro, es una buena pregunta.
- En el mismo estudio conocía los efectos de los helados de colores vivos en el desarrollo cognoscitivo de los niños. Creo que era algo bueno. Alguien, no sé si yo, estaba comiendo un helado de Baskin Robbins amarillo y morado.
Mi hermana me decía, "tranquila que yo también he sido así de grande". Obviamente no era el mejor de los consuelos.
Anoche soñé que iba a una ciudad pequeña en Europa sin saber cuál era. La arquitectura era espectacular. Al principio me parecía que estaba en Alemania, pero luego entendía que estaba en Suecia. Entonces le preguntaba a alguien si estábamos lejos de Lund para ir a visitar a Amber.
Mi vuelo a Bogotá resultaba partir desde Dublin y yo me daba cuenta en el aeropuerto de lo siguiente:
a) Necesitaba un vuelo urgente para Dublin (no se me había ocurrido arreglar eso antes)
b) Podía embarcarme al fin en un vuelo de RyanAir pero resultaba no tener visa, así que ni modos de hacer tránsito por allá
c) Se me había quedado el pasaporte en mi casa
Iba con Adeline (compañera bruneyana de carrera), quien decía toda extrañada que a ella nunca le habían pedido una visa. "Yeah, but I come from a poor country", replicaba yo. Subíamos unas escaleras y estábamos en pleno centro de Tokio, desde donde se veía el mar y, al otro lado, un centro comercial gigante en Odaiba. De repente la que estaba conmigo era Azuma, quien no quería acompañarme a sacar una visa a toda velocidad sino ir al centro comercial. Se veía tentador; alcanzaba a sentir ganas de dejar todo botado e ir a divertirme en Odaiba con ella.
Qué angustia, menos mal me desperté.
Estaba en mi casa. Era diciembre 13 y mi familia nuclear estaba reunida en la sala como en un fin de semana normal. Entonces llegaba Himura, quien me preguntaba si no venía nadie más a celebrar "la cremación del cedro". Yo le decía que nosotros no sabíamos que el 13 de diciembre se celebraba algo.
En un sofá estaba sentada una amiga que murió hace años. Por estar tratando de agradar a Himura no hablaba casi con ella, y de pronto la notaba aburrida. Entonces halaba al señor al sofá y le decía:
—Te presento a Sandra. O más bien, al fantasma de Sandra.
Ella sabía que estaba muerta, pero hacía algún comentario irónico sobre cómo en efecto, era un fantasma, puesto que la había estado ignorando.
Tras interrumpir esa experiencia tan desagradable, volví a dormir y soñé que estaba en París, visitando lugares turísticos (entre ellos unas ruinas del Imperio Romano) y escuchando música de acordeón en la oscuridad. Era hermoso. Obviamente no se parecía ni una pizca a lo que debe ser París de verdad.
Cuando llegaba a Los Andes me encontraba con algunas niñas de mi promoción del colegio. Una de ellas reparaba en mi novio y comentaba que al menos a mí sí se me habían declarado, que el niño con el que ella salía hacía tres años no había dicho nada aún. A otra le comentaba que antes de irme de Colombia había tomado una materia llamada Pornografía.
A eso de las 5am me desperté, miré si alguien se había conectado a msn mientras dormía y, al darme cuenta de que era demasiado temprano para iniciar el sábado, volví a la cama.
Entonces ¡volví a soñar que estaba en Londres! Sin embargo, esta vez visitaba un museo donde todo era de madera, incluyendo un trencito que lo recorría. Después resultaba bebiendo con dos sujetos desconocidos y el novio de una amiga. Al último le daba duro el trago y se vomitaba.
El instante en que abrí los ojos vi a través de la ventana el cielo más azul que mañana alguna pudiera ofrecer.
Ahora ando de muy buen humor.
Pues bien, uno de mis compañeros era una especie de versión gordita de Michael Cera y estaba enamorado de mí. Era tiernísimo y yo lo adoraba. En algún momento empezaban a buscarnos por alguna razón y nos escondíamos en el baño. Cuando nos encontraban, yo aducía enfermedad y que él me estaba acompañando por si me desmayaba.
Qué sueño sin pies ni cabeza este. Pero el niño era simpático y yo era rubia.
De repente ya no estaba en Inglaterra sino en Colombia y resulta que me tocaba ir al colegio porque me había saltado primero de primaria y tenía que cursarlo.
Luego me enteraba de que todavía tenía que presentar un trimestre más de balonmano. Lo extraño es que yo lo asumía con bastante optimismo, tal vez por el buen clima. Era uno de esos atardeceres dorados que atraviesan las ventanas y golpean las paredes del fondo de los salones.
Siguiente escena: Caminaba por un sendero en el bosque a la vera de un río con un atardecer espectacular. Tenía la cámara colgada al hombro e intentaba tomar fotos del río entre los árboles, pero me daba cuenta de que no podía capturarlo bien. De repente me encontraba tirados varios pares de tenis y uno de mis gorros peruanos. Los tenis resultaban ser de una amiga y Himura. Yo los recogía para entregárselos en cuanto llegara a la ciudad.
Últimamente mis sueños andan bastante coloridos.
De repente aparecían unos guardabosques/subversivos a acusarnos por haber diezmado la población de flamingos del parque y pretendían destruir nuestras cámaras. Yo sacaba discretamente la tarjeta de memoria de la cámara y me la metía por debajo del brasier, pero entonces comprobaban que no habíamos sido nosotros los autores de la masacre sino los paramilitares (¿¡!?).
A mi alrededor todo era fucsia y morado. Había pétalos grandes, como de magnolia, regados por todas partes.
Fue horrible pasarme todo el bendito viaje soñando siempre lo mismo mientras iba en buses incómodos con la lluvia colándose entre los ventanales.
Aquí el escenario cambia un poco. Aún pretendía huir para evitar que me condenaran injustamente por la muerte de la profesora de química, pero resulaba en una celda al aire libre (un poco como un animal de zoológico) de un manicomio. Llegaban entonces dos niñas de mi curso que de repente se convertían en monstruos simpáticos y me sugerían una manera de huir. Al parecer, ellas también se habían dado a la fuga tiempo atrás. Las seguía, descalza, preocupada por el destino de mis cosas abandonadas en la celda. Cuando aparecía un psiquiatra en mi búsqueda, los monstruos simpáticos simulaban ser mis nuevos doctores y no permitir que nadie entrara en contacto conmigo. Así me salvaba, pero seguía angustiada por andar sin rumbo y sin pertenencias.
Fue muy decepcionante despertar.
En algún punto del sueño le mencionaba a mi tía (la dueña de la casona) que estas paredes eran justamente las que yo veía en sueños desde chiquita.
Cuando estaba despertando tuve un sentimiento de incredulidad al darme cuenta de que todo había sido un sueño.
De repente estaba en París recién llegada con un tipo que conocí en Colombia y una compañera rumana de Gaidai, entre otros personajes. Yo intentaba tomar fotos desde un transporte público que era como una fila de sillas de sala de espera que se desplazaban cual trineo pero me regañaban y decían que eso era de muy mal gusto allá en Francia. Al llegar al sitio donde nos quedaríamos veía a la rumana alistar su cámara y pensaba que este sería el peor viaje de mi vida y que en Japón no ponen tanto problema por bobadas.
Cuando mis sueños están estrechamente relacionados con mi vida diaria, estoy mal.
Cinco sueños
1.
En bus en San Francisco. Desde la ventana observo lujosos edificios de apartamentos. Se alcanza a ver que tienen lámparas de araña, cortinas blancas y cielorrasos altos. Pienso que jamás podré tener un apartamento grande en una ciudad hermosa.
2.
Paseo a San Francisco. Trato de ir a los mismos lugares que visitara con Minori en 2003, pero resulto en un hospital gigantesco donde los pacientes, ancianos en su mayoría, rezan sin parar, como resignados a esperar su muerte. Incendio en el hospital. Los pacientes calcinados parecen momias y aparecen por doquier. Abro una puerta, me abro paso por entre dos momias y de repente soy un niño de diez años jugando a la vera de un río.
3.
Vivo en un lugar laberíntico, en un barrio lleno de papelerías. Al parecer el sitio donde vivo queda en un piso alto de uno de muchos edificios cuyos primeros niveles están dedicados a estos negocios; los callejones se parecen a los que viera en Shinjuku en 2006. Inclusive los dependientes son japoneses. Sé que pronto tendré que mudarme, lo cual me aflige ya que adoro las papelerías y los intrincados corredores de este lugar están cubiertos de estanterías repletas de libros. Recorro el lugar sin rumbo fijo. Me encuentro con Gianrico en un espacio amplio, entapetado, y sostenemos una conversación. Noto que usa botas vaqueras color fucsia.
4.
He sido forzada a trabajar de hostess para un señor igualito al viejo sádico de L'Histoire d'O, quien a su vez se parece a Julio Del Mar. Mis amigas del colegio están ahí también y comentan que ninguno de los bikinis disponibles para que nos pongamos me quedan. "Necesitas un bikini muuuuy grande", me dicen. No estoy dispuesta a venderme y estoy angustiada. El viejo sádico me regaña por quejarme, y yo le digo que cuando me examinaron "me tocaron como a una mesa". Pido permiso para ir a una droguería y conseguir Veet para depilarme las piernas. Mi cliente, estudiante setentero de Yale, canta "Hablemos del amor" de Raphael y pregunta por mi veredicto. Le digo que Raphael canta mejor. Me alivia enterarme de que mi cliente sólo quiere que cante bolero para él y sus amigos. Aún así, estoy obligada a ponerme el dichoso bikini, pero el viejo sádico y el cliente setentero me interrumpen repetidas veces, ya sea para regañarme o para contarme anécdotas.
5.
Nado en una piscina natural dentro de una gruta a la que le llega la luz del sol desde arriba. Me sorprendo de mi propia habilidad en el agua. De pronto alguien me hace notar que la piscina está llena de ratas muertas. Con más asco que terror procuro evadir sus peludos y grises cadáveres mientras salgo de ahí.
Entonces tuve otro sueño. Entraba en un baño público de piso de piedra arenosa, pero la cabina que tomaba tenía un defecto: aunque cerrara la puerta, cualquiera podría verme de todos modos, pues el sanitario estaba localizado frente a una pared faltante al lado de la puerta inútil. De repente me encontraba con el hermano de Himura y le decía que estaba encantada de verlo pero que por favor me esperara un momento puesto que estaba recién bañada y envuelta en una toalla y debía vestirme. Lo extraño es que en ambas situaciones yo no experimentaba vergüenza.
Alchera #40: Electric Reindeer
Write a nonfiction story of a Christmas when things weren’t as they always had been. Perhaps it was the first Christmas since a loved one passed, the first Christmas since the divorce of your parents, or maybe it was the first time you celebrated Christmas. Take the above option, and apply it to your real life.
Stupid reindeer. They're all over the place, breeding on the yards like glowing hamsters, gazing at us with the faces they lack. We're driving around Dubuque with a bag of grapes in our frozen hands, looking for something to do tonight, December 24th. I remember sunny afternoons back in Colombia in my paternal grandparents' house, cold nights at my maternal grandparents'. Relatives all around, playing the guitar, eating buñuelos and natilla. Christmas is the paradigm of family reunion. But this year that's happening somewhere else on the surface of the planet, and now it's just us, the car, the grapes, Dubuque.
Minori drives around the streets while I gaze through the window. Beyond the reindeer, inside the houses, hundreds of families have gathered to enjoy their feast.
I've never fully adapted to this place. I came here feeling a total stranger, and I'm sure I will leave as such. The frozen river seems like a lulling comfort for a stranded heart, even though the sad gray it's washed in is the same gray in the sky, on the street, under the trees. Everyone must be aware that the world has withered, for a new species has emerged to make up for the lost life. Red, yellow, green lights take the shape of slender furry animals and dominate the hills like ridiculously fierce captains. The car keeps going, we're tourists in a silent safari, and the excitement of danger has become a silly idea in a land where movement has been relegated to a lonely vehicle.
Our fingers are numb, and the grapes we're holding don't resemble Christmas dinner, not even remotely. It's difficult for Minori to understand why tears stream down my face: he comes from a country where December 24th is little more than a night to eat cake and fried chicken. Nobody is going to rescue me from solitude. But sinking inside it, wrapped in layers of silence, won't help either.
"They're all together, and I'm stuck here with a bunch of grapes. Stupid reindeer... They protect them from us, they protect happiness from leaking into us."
"I know nothing about that. If you want to be happy tonight, you will. We'll celebrate at my place."
"Even with nothing more than a bunch of grapes?"
Electric reindeer, gazing at us through a thousand burning eyes, melt into flashes passing by as a car rushes down a highway, by the river, right into the promise of pure bliss. Cake, fried chicken, natilla, grapes, it doesn't matter. Being together with the people you care for, that's all it takes to enjoy an unforgettable Christmas.
Alchera #39: Peto
When I was a little kid I'd climb into my paternal grandfather's Nissan Patrol and fool around with my uncles while travelling to Anolaima. We went there often. I remember Anolaima as a cloudy town with loads of fog, but many years later the weather changed, and it was quite sunny. You could look at two more towns from our farm. There were oranges and guavas and raspberries growing over there; I loved raspberries.
The peto from Anolaima was exquisite! There were two things we'd never miss on our trips there: pan de maíz (corn bread) in Zipacón and peto in the Anolaima market. You could get lost in the market... so many stands with vegetables and cheap things... But we never bought anything other than peto and fritanga (a compound of fried food; not a pleasant view yet tasty).
I haven't been in Anolaima for a long time. My grandfather sold the Nissan Patrol and got a Mitsubishi. I grew a nose and outgrew my clothes. The raspberry tree was eaten away by weeds. Oranges fall off from the trees, waiting to be eaten by the worms. Childhood is gone and long forgotten in a sea of stupid adult fantasies until it suddenly comes back in a Burger King/Coca-Cola container.
Alchera #38: So Much Beauty Within
- Beautiful (English)
- Tanuki (Japanese)
- Appropinquate (Latin)
- Willow (English)
- Widow (English)
- Isolée (French)
- Noyée (French)
- Fragola (Italian)
- Sakura (Japanese)
- Wo (Chinese)
- Cheio (Portuguese)
- Discombobulate (English)
Beautiful body parts
- Female breasts
- Male backs
- Hands
- Japanese eyes
- Eyebrows
- Shoulders
- Many faces
Beautiful flowers
- Azalea
- Tulip
- Magnolia
- Dahlia
- Orchid
Beautiful views
- Madison, Wisconsin, USA, as seen between its two lakes
- Dubuque, Iowa, USA, as seen from Fenelon Terrace
- Downtown Bogotá, Colombia, as seen from 30th Ave. & 19th St.
- Mountains behind Guarinocito, Caldas, Colombia
- Magdalena River, as seen crossing the bridge to Honda, Tolima, Colombia
- Napa Valley, California, USA
- Houses on cliffs in Bodega Bay, California, USA
- Downtown Chicago, Illinois, USA, as seen at night on a plane
- Sunset in Puerto Boyacá, Boyacá, Colombia, as seen from my grandfather's farm
- Mountains surrounding Usme, Cundinamarca, Colombia
Alchera #37: Immaculate
Free-write on this: The perfect man/woman.
You came into my life like any other human being. There is nothing peculiar about our first encounter, there is nothing written on the way you looked that day, how you spoke or didn't speak, what I first thought of you. You were supposed to be one more ghost in a sea of blurred faces.
But you stayed, and slowly, you became solid. Something struck me when we talked, and every time fate reunited us there was more I wanted to keep in my head, more from you... You, ghost, you, drop in the ocean, how did you make me realize you were a new world I wanted to get lost in!
How beautiful it is to picture you.
I think of your blunders, the way you pronounce certain words, your scars, the faces you make at certain occcasions... All these things which are to be totally ignored or be bothered with, they make you perfect. Memories of trouble and subtle happiness together, your voice, your accent, your handwriting, your likes and dislikes, they flow into my brain like loud raindrops and make me long for you. There is nothing fancy about the things that bind us.
It's the details which make you human. It's the details which stain the white napkin of your unexplored eyes. And those stains merge into the brightest of colors, into an unbelievable purity. I yearn for your imperfection, my perfect man, for no matter how much I point at your moles with my finger, all I will be able to see is the smoothness of your immaculate self.
Alchera #36: Un Monde Parfait
If I could change the world to a perfect world...I think we've done something similar to this in the past--what you would change about the world today to make it a better place, blah blah blah. Instead of going that route, I'm going to ask you to be a little selfish. If you could change the world just for you, what would it be like? Don't think about anyone other than yourself. What would you want the world to be like for you?
- This world would be entirely peaceful, of course.
- People could travel anywhere they wanted (no visa required)
- Good food wouldn't make you fat (or at least it would be cooked in a healthier way which wouldn't alter its flavor)
- There wouldn't be poverty at all
- There wouldn't be any stupid people
- There would be no need to look like someone else to be pretty (anyone could be a model, no need to be a waif to be considered pretty)
- There would be no racism nor xenophobia
- Africa wouldn't be regarded just as such, but each country would be recognized as an individual state
- African countries would be developed, with no hunger problems
- Charly Garcia (Argentinian singer) wouldn't be regarded as a music god
- History would not be centered in Europe, but World History would really be World History
- John Lennon and George Harrison wouldn't be dead, and the Beatles would still be playing
- All sorts of fruits would be available anywhere in the world
- Sushi would be cheap even out of Japan
- There would be no environmental problems
Alchera #35: Cosas que hacer
Somewhere out there in cyberspace is a guy with a lot of ideas. Using him as an example, make a list of things you'd like to accomplish in your lifetime. These can be very simple and very complex. For example, if you hope to go a year without getting a common cold, why not put that on your list? And if you would like to invent a money tree, throw that on there, too. Try for 50 or more, but that's merely a suggestion, not a requirement.
So here they are, things I wish I could do before I die, some of which I know will never ever happen.
- Visit Japan
- Live in Japan (not necessarily for the rest of my life)
- Go back to Dubuque, just to visit
- Learn Chinese, Russian, Arabic and Modern Greek
- Become fluent in Japanese, French, and Portuguese
- Drive a New Beetle
- Drive a car again
- Eat Peruvian food
- Visit Peru
- Read lots of Chinese literature
- Lend my voice to one of those audio files which come in the Encarta Encyclopedia (preferrably the one reading Sonnet XLIII by Elizabeth Barrett Browning)
- Sing in a choir again
- Become a famous singer
- ... or a famous writer
- Become a language and/or literature teacher
- Travel around the world and try all sorts of food
- Visit Saipan Island (whatever led me to it, I don't know, but now I dream of its image of a lost paradise with charred remains of hell)
- See Minori again
- See Kotaro again
- See Katherine Thornton again
- Meet Takami Ei (aka Noppo San)
- Learn to ride a bicycle
- Learn to skate
- Re-read many of the books I've read
- Learn to play piano
- Make a ragdoll
- Make my own dresses
- Visit San Francisco again
- Live in San Francisco for a while
- Roadtrip around the States (if I could get to see every State in the Union, that would be incredible)
- Visit Chile
- Sing Billy Joel's Honesty in front of a big audience, or in a karaoke bar, who cares
- Go to a Billy Joel concert
- Write new songs
- Write more stories
- ... and get them published
- Make my own marmalade
- Become a tidy person
- Stop procrastinating
- Visit Himura's bakery
- Go to more weddings and dance like hell
- Learn to dance good old fashioned rock 'n roll
- Keep a healthy weight
- Go to a night club (go ahead, call me pathetic)
- Keep in touch with all my friends from here and abroad
- Learn to knit
- Get married (it's okay if I don't, but I really believe marriage is a beautiful yet tough thing)
- Wear my hair in a very sixties coiffure, like Barbara Eden in I Dream of Jeannie
- Get a much more flexible body (gotta work hard for that, but oh well)
- Teach many languages to my children
- Visit Saskatchewan and Ushuaia
- Meet Bill Murray
- Visit Strawberry Field, Penny Lane, and other Beatles related sites (so far I've only been to Haight Ashbury)
- Visit Liverpool
- Learn to play the sitar
Alchera #34: Picture Perfect

If only anyone could see that my mind is making faces behind my mask of frozen beauty...—
Are you really sleeping? I've kept my eyes shut for too long, and I see amber sparks everywhere when I turn my blind eyeballs around. You could say I'm dreaming —if you saw me, of course —, but all I can think of are these stupid seashells. They're stabbing my back, disposable daggers from a hidden sea god. I hear you sighing. Is it happiness, or do you feel all that innocent-looking calcium reaching into your flesh too?
I can't breathe too well. I haven't been able to breathe for as long as I've been with you, anyway. Life with you is full of fixed smiles, those which make one's muscles ache while countless cameras are being prepared. My heart feels like it's been smiling all this time, and every beat aches in desperation. Can't anything be imperfect? Can't a day be boring? Can't I spill my coffee— my words—?
Stop holding me. Stop striving to be this picture-perfect boyfriend, full of picture-perfect moments. Stop making every second an everlasting moment. I'll shake the sand off my clothes and walk into reality, where edges are blurred and people stumble when they walk, where oblivion rises along with the sun every morning.