Cavorite y yo íbamos a ir a Tokio con el TX Metro Pass (tiquete que permite usar el Tsukuba Express y toda la red del Metro de Tokio cuantas veces se quiera durante un día) y resultaba que por ser fin de año lo estaban regalando, con la condición de que uno no podría bajarse en una estación aleatoria que salía impresa en el tiquete. A mí me salía Nagatacho y a él le salía Akabanebashi.

(Qué detallado se pone mi cerebro a veces... No recordaba la existencia de esas dos estaciones, pero resulta que son reales: cerca de Nagatacho está el edificio de la Dieta, y Akabanebashi da contra un parque que conduce a la Tokyo Tower.)

De repente estaba rodeada de una familia que no era la mía. Le estaban cantando el Happy Birthday a alguien y había un niño chiquito que se estaba portando mal, creo que porque había algo a lo que se estaba negando. De pronto toda la familia lo examinaba para saber si era niño o niña.


Mi padre, un contacto de Twitter y yo íbamos a la peluquería. La niña (el contacto, a quien nunca he visto en la vida real) iba por un corte de pelo pero le resultaban haciendo el bikini. Mientras esperábamos, yo mencionaba que acababa de comprar una falda corta que me quedaba horrible, y que la falda que tenía puesta en ese momento tampoco me quedaba muy bien que digamos. Decía que solo tenía una falda que me quedaba bien, pensando en una muy vieja de jean que tengo en la vida real. Me daba un poco de pena ajena por la niña, pues su intención original no era la depilación, pero de alguna manera el peluquero (cuyo negocio quedaba en su propia habitación) se había dado cuenta de que le hacía falta y se lo hacía. Yo planeaba devolver la falda al otro día porque sí que era fea.

De repente mi familia y yo estábamos de viaje en bus por Vietnam. Nos deteníamos en un parque de diversiones donde yo ya había estado en 2008 (cosa que en realidad nunca ocurrió) y nos montábamos en unas atracciones un tanto peligrosas, pues no tenían cinturón de seguridad. Eran gigantescas y todas hechas de troncos como los parques para niños en Bogotá. Yo intentaba recordar el nombre de este lugar, que no era ni Da Nang ni Nha Trang, pero no lo lograba. Mientras montábamos en el inmenso aparato aquel la cámara (la S2) salía volando y casi perecía, pero mi hermana y yo nos aferrábamos a ella desesperadamente. Al final yo sufría una caída un tanto aparatosa a cuenta de la salvación de la cámara.

Al caer la tarde yo peleaba con mi papá porque había escogido la manera más aburrida de salir del parque, en unas sillitas colgantes como las del Parque del Café, y había forzado a mi mamá y mi hermana a montarse ahí. Yo le decía que yo saldría por donde quisiera y me iba a un pasillo gelatinoso donde aparecía una versión chiviada de Daria. Entonces me daba cuenta de que esa y las otras salidas aparte de la de mi padre eran peligrosas y yo resultaba recorriendo un camino larguísimo, al parecer sobre el filo de las cercas de todos los edificios hasta la casa. Durante el trayecto veía casas dedicadas enteramente a películas de dibujitos animados: había una de Bob Esponja, una de La noche de las narices frías y una de Oliver y su pandilla. En el proceso yo dejaba de ser yo y resultaba ser una adolescente japonesa embarazada. El resto del sueño transcurrió en inglés y japonés, y yo estaba quejándome con mi mamá (que no era mi mamá porque yo no era yo) por no encontrar la ropa de maternidad que necesitaba. Tenía una pinta horrible de leggings grises, una blusa larga verde pasto con una blusita debajo y una media tobillera amarillo limón, cuyo par no encontraba. Mi mamá me decía que no me preocupara, que "it's normal to have a little miscarriage" en esta etapa. Al final miraba una foto donde salía yo (la japonesa) con el padre del niño, y me daba cuenta de que él no era ningún jovencito: sus facciones lo delataban como casi cuarentón, y tenía un mohawk corto como Mario Baracus. En la foto no sonreía.


Ya me estaba aburriendo de no recordar mis sueños. Por fin algo bien raro y largo:

Volvía a Colombia y me ponía una cita con alguien para vernos. Sin embargo, cuando estaba en el lugar de encuentro (creo que era Cafam de La Floresta) me daba cuenta de que la persona y yo no nos habíamos dicho en qué puerta nos encontraríamos y cuando iba a coger el celular para llamarlo me daba cuenta de que tenía el de mi madre, en el cual no estaba grabado su número, y yo no podía recordarlo. Mi familia me encontraba en esas y me llevaba a la casa de mi tía, donde una prima aparecía y me saludaba. Yo estaba llorando. Pensaba que si el del encuentro hubiera sido Himura, habría podido llamarlo porque el suyo era el único número de celular que aún me sabía de memoria. Mi tía se ofrecía para llevarme a mi casa a recoger mi celular para no perder mi cita, pero ya había pasado más de media hora desde la hora convenida (como que la cita era a las cuatro porque eran las 4:36.


Creo que alcanzó a haber un rato de no pensar antes de soñar esto:

Estaba en Argentina, en un salón lleno de duchas. Las duchas eran bastante interesantes: una combinaba agua y alcohol pero la presión era tan fuerte cuando me iba a meter el agua (o el alcohol, eran dos chorros) me mandaban al piso. La gente me veía tirada ahí como una cucaracha pero no me ayudaba a parar. Al fin me incorporaba y exponía mi región lumbar al golpe del agua a ver si me masajeaba. Después iba a meterme a una ducha que proyectaba muchos chorros desde muchos ángulos, pero por alguna razón no podía. Tengo la impresión de que siempre me estaba resbalando en ese sueño. Había muchas argentinas lindas, por cierto.

Como no falta la metamorfosis del lugar en el sueño largo, resultaba de repente en la cocina de un restaurante. Veía a los chefs preparar muchos platos con jamón. Se veían muy apetitosos.

Mi familia y yo íbamos caminando por el barrio para regresar a casa cuando nos interceptaba Himura, quien vestía mi sudadera verde oliva de estar en casa. Me daba un poco de vergüenza verlo con esa ropa que le quedaba chiquita. Decía muchas groserías frente a mis papás pero se disculpaba. Decía que había venido hasta el barrio porque yo no había llegado a nuestra cita (¡la del sueño anterior!).


Cavorite estaba sentado en su silla blanca cómoda y me hablaba de horarios (no sé de qué) y de sus amigos en Popayán que yo debería conocer. Fue apenas un destello brevísimo de sueño justo antes de abrir los ojos.

Desperté con "Azul" de Natalia Lafourcade dándome vueltas en la cabeza.


Anoche soñé que protestaba contra la prohibición de los minaretes en Suiza. Mi argumento era que entonces lo justo sería prohibir también las torres de las iglesias.


Anoche soñé que vivía en una especie de dormitorio estudiantil (como esas casas de familia donde tienen inquilinos), y mi profesor favorito de la universidad venía a visitar. Conversábamos animadamente en la sala de la casa, que era supremamente amplia y de un piso. A mis anfitriones no les gustaba mi profesor, decían que era monotemático y repetitivo. Yo aparentaba estar de acuerdo con ellos pero para mis adentros aseguraba que él era muy interesante.

No recuerdo cómo pero descubría que tenía un pliegue sangrante sobre un seno. Corría a un baño y resultaba en el cuarto de Amber, quien compartía su baño con alguien más (era una habitación un poco más cara que las normales; baño compartido entre dos cuartos y mucho, mucho espacio). No quería desordenarle las cosas, así que corría al baño de otra persona, no sin antes dejar una cerradura compleja tal como la había encontrado antes de entrar.

En el espejo del baño notaba que si abría un poco el pliegue se veía una gran cantidad de coágulos; era una hendidura que iba directo a mis órganos internos. Trataba de lavar la herida y el piso se llenaba de charcos de aguasangre que me apresuraba a limpiar para que nadie sospechara que alguien había estado allí.

Después volvía a verme en el espejo de otro baño y encontraba que se me había caído la piel desde el cuello hasta la mitad del tórax y se me veían los órganos internos por entre las costillas. Intentaba ver mi corazón latiendo pero no lo encontraba. Nadie sabía que yo me encontraba en esta condición; por encima de la ropa yo me veía perfectamente normal, pero estaba averiguando qué se podía hacer en este caso. Lo único que encontraba era el caso de una mujer en Perú a la que se le había derramado toda la parte de adelante (piel, ojos, etc.) en un estadio.


Esto es lo que soñé anteanoche:

Me estaba quedando en un cuarto de hotel junto a otras personas (niñas como de 18-20 años) y tenía un examen de biología que presentar en una hora. En vista del tiempo que me quedaba y que no había nadie en el cuarto, invitaba a Cavorite. Sin embargo, no todo era felicidad, pues sin haber empezado siquiera nos dábamos cuenta de que una niña se había quedado dormida y aún seguía en la habitación. Chasco. Y encima se me hacía tarde para el examen. Agh.

La niña dormida, por cierto, resultaba ser un contacto de Twitter. Tenía las piernas extremadamente peludas.


Estaba en un centro comercial gigantesco lleno de escaleras eléctricas. Tras subir y subir hasta el piso más alto, empezaba a bajar en toboganes, o más bien escaleras resbalosas que me gustaba bajar sentada como si lo fueran. Encontraba a mi hermana en un corredor del piso más bajo y algo comentábamos. Luego subía escaleras de nuevo y llegaba a una estación de monorriel ubicada dentro del mismo centro comercial. Ahí estaba Ovidio. Quedábamos en salir al día siguiente. Se montaba al monorriel y se iba. Lo veía alejarse, contenta de saber que lo volvería a ver. Entonces empezaba a bajar unas escaleras.


  1. Se partía la punta del enchufe de los parlantes de mi computador, dejándome sin buen sonido para el computador. Frustración y mil intentos inútiles de pegarlo esperando que las dos partes milagrosamente se fundieran uniéndolas con fuerza.
  2. Hacía fila con Ovidio en la sección de migración de un aeropuerto, saliendo de algún país. Era una fila larga, larga, larga, como cuando uno viaja desde Estados Unidos y tiene que pasar por donde hay que quitarse los zapatos y todo el mundo viaja al mismo tiempo. Le daba un beso en la mejilla. Estábamos contentos. Al despertar me di cuenta de que solo en el sueño había podido recordar bien su voz.


Tengo la impresión de que primero había estado en la cafetería del colegio, pero no recuerdo qué había comido. Lo que sí recuerdo claramente era que estaba en el USS Enterprise y hablaba con el señor Spock. Le preguntaba cómo era que se llamaba el personaje de William Shatner (James T. Kirk, recordé al instante cuando desperté), pero ninguno de los dos se acordaba. Yo mencionaba a Ryker, pero ahí mismo decía que no podía ser porque era de Star Trek: The Next Generation. No obstante, Spock —no Leonard Nimoy, ¡Spock!— hacía una imitación muy divertida de Kirk y me hacía reír. Yo comentaba que alguna vez Chekhov fue mi miembro favorito de la tripulación mientras pensaba que ahora definitivamente tenía que ser Spock.

De pronto en RCN salía un homenaje a mi mejor amiga del colegio que supuestamente había muerto. Yo no lo podía creer, primero que todo porque había hablado con ella el día anterior (cosa que no he hecho en realidad) y, segundo, porque ella no había nacido en 1958.


Viajaba. No sé dónde estaba, pero pronto tendría que tomar un avión y estaba escogiendo la ropa que usaría entonces. Mi mamá y mi hermana querían que me pusiera unos jeans verde pasto, pero al fin yo me decidía por un jumper de jean que no tengo en la vida real.

Cambio de escena. Caminaba a lo largo de una vía férrea, en un paisaje parecido al del norte de Bogotá (árboles altos y casas de ladrillo). Pensaba en el regreso a no sé dónde. Veía pasar un tren. Pensaba que cuando Cavorite regresara también tendría que tomar el tren local y se demoraría mucho más.


Hoy hice un gran esfuerzo por recordar lo que soñé anoche. Tenía más o menos una idea, pero me puse a hablar con Cavorite y se me olvidó. Bueno, en realidad no es que tuviera una idea de lo que soñé sino de un par de detalles sueltos que vi en duermevela y que noté cómo se iban borrando a medida que yo me ponía a pensar en el concierto de anoche (wow, Franz Ferdinand, wow!). No voy a hacer demasiado esfuerzo por recordarlos, porque lo más probable es que termine inventándomelos. Lo que sí sé que vi en un estado más profundo (me acordé de repente mientras charlaba) fue que tenía una llamada entrante en Skype de parte de Himura, lo cual se me hacía rarísimo. Creo que alcanzaba a contestar y decir "hola", pero no más.


No estoy recordando mis sueños últimamente. Creo que tengo la mente ocupada en las cosas buenas que me están sucediendo en vigilia.

El viernes antepasado soñé que no le había explicado bien a Cavorite—quien se estaba quedando en mi apartamento—cómo era que se usaba mi lavadora, por lo cual él no podía lavar su ropa. El asunto me preocupaba hondamente.


Soñé que hablaba con una japonesa que estudiaba algo sobre Francia. Yo alternaba entre el francés y el japonés (tal como hice hace unos días con el TA de la clase de francés). Tengo la impresión de que realmente hice un esfuerzo por recordar vocabulario en el primer idioma. Un señor me quería regalar condimentos y me preguntaba qué tenía en mi casa. "Nous avons des épices sèches, pas de choses fraiches", respondía yo.


Mi amiga Sandra me llamaba muy contenta a contarme que ya no tenía cáncer. Yo fingía alegría pero me daba pesar: no quería contarle que ella ya está muerta.


Agh, lo tenía más claro hace unos minutos. Ahora solo recuerdo que me caía por unas escaleras entre un montón de cajas de cámaras Canon y que tarareaba "Como un picaflor" de Raúl Santi. Esa canción solo se la he oído a Arhuaco.


Era Navidad y yo estaba con los hermanos de Himura en un parque. Llegaba la novia de él vestida de yukata y yo pensaba "¿además se disfraza de japonesa?" Por alguna razón resultábamos reunidos Himura, sus hermanos menores, la novia, mi hermana y yo. Supongo que era por lo que yo estaba cuidando a los niños. El ambiente estaba lleno de miradas amargas.

De pronto estábamos en casa de mi tía e íbamos a ir caminando a alguna parte, pero mi hermana y yo nos demorábamos en salir porque estábamos viendo a alguien (¿mi mamá?) hacer galletas de fresa en el garaje. Cuando emergíamos nos dábamos cuenta de que Himura y su combo no nos habían esperado. No obstante, los encontrábamos unos pasos más adelante. El hermanito estaba furioso porque se habían ido sin nosotras y su pataleta los había hecho detener.


Volvía a Los Andes.

Estaba en un recinto de paredes grises donde escuchaba a la gente hablar de sus proyectos de tesis. De pronto una profesora se me acercaba y me preguntaba que al fin qué pasaba con la mía. Le pedía que me escuchara, le decía que ellos nunca me habían escuchado mientras fui estudiante de allá, que al menos ahora por fin me estaban tomando como miembro del departamento. Le contaba que me había ido en 2006, que todo este tiempo había estado en Japón pero había regresado a terminar. Me preguntaba qué quería hacer y le decía que no estaba segura, aunque tenía un deseo que no me atrevía a manifestar. Mientras hablábamos notaba que la hoja donde alguien había escrito su propuesta de tesis tenía un dibujo a lápiz de Saturno. En la conversación salían a relucir diversos proyectos en los que yo había tomado parte pero que no tenían absolutamente nada que ver con mi carrera y que yo trataba como si no tuvieran la menor importancia para mí.

La profesora se reunía con otros miembros de planta y discutían a ver si me dejaban continuar en la universidad después de todo este tiempo. El veredicto de ellos era que la literatura no era lo mío, que debería dedicarme a otra cosa, que me la había pasado haciendo cosas no relacionadas con el área de estudio, que ni siquiera había sido capaz de decir sobre qué quiero hacer mi tesis. Entonces yo explotaba y les gritaba "¡¡¡QUIERO ESCRIBIR UNA NOVELA!!!"

Se reían de mí y preguntaban sobre qué.

—¡No lo sé! ¡Eso explota en el camino! ¿Nunca han escrito? ¡Podré no saber de literatura pero sé que quiero escribir!

Me ponían a prueba, dándome un plazo para escribir una frase que los conmoviera. Yo asumía el reto, convencida de que lo superaría.


Mi familia y yo íbamos a un restaurante jamaiquino, pero algo me daba rabia y no quería sentarme al lado de mis padres, entonces lo hacía al lado de mi hermana.

Estábamos en casa de mi tía, pero aún era la casa de mis abuelos. A alguien en el piso de abajo le mencionaba que arriba todos dormían (mi hermana y yo habíamos visto a mis padres darse besos, pero el resto descansaba). Yo llevaba un vestido como de niña, y al bajar saltaba del tercer escalón, tal como cuando era chiquita. En el patio había una ventana vieja parada sobre una piedra o un objeto de piedra. Mi primo mencionaba que le daba pesar una ventana que no diera a ninguna parte. A mí me parecía bonita, toda cubierta de musgo y hojas secas oscurecidas por la lluvia.

Alguien se estaba deshaciendo de unos stickers de Raphael. Yo los quería, además de querer una carátula de un disco de él con Gigliola Cinquetti que también había sido abandonada en el patio.


Soñé que estaba comprando una nueva mochila, y algunas tenían la cara de Juanes bordada. Yo estaba tratando de decidir basándome en la capacidad; quería una grande y cómoda, parecida a la que me compré el año pasado en Hanoi. Me recomendaban una con plátanos verdes en patchwork.

No sé cómo se produjo el salto a quién sabe qué lugar donde me enteraba de que unos estudiantes de animación o algo así estaban renovando TRON, pero como estaban aún en una fase temprana del proceso, algunas escenas habían sido reemplazadas por dibujos en Paint. A mí me parecía un noble esfuerzo.

Y en esas terminaba en la cocina de la casa de mi abuela paterna, quien había hecho galletas. Eran grandes, blanditas y tenían chips de chocolate.


Sala de la casa de mi abuela (ahora de mi tía). Maladjusted y yo. Besos. Mi abuela nos pillaba. Sorprendentemente, nadie ponía problema.


Me quedaba a dormir donde un amigo, pero no sé quién era. Tenía un esfero morado brillante que yo probaba sobre un papel, pero no recuerdo qué escribia. Muy temprano en la madrugada me asomaba a una ventana y veía un cohete despegar. El cielo era de color azul verdoso, muy oscuro. El acontecimiento me dejaba sin aliento.


Estaba con Ovidio en un apartamento bonito de colores cálidos, como que con luz de atardecer sobre adoquines. Creo que lo hacía reír. Le veía la cara muy de cerca. De repente ya no estaba él sino Susan Sarandon, con quien al parecer yo tenía un romance. Me parece que ella estaba un poco escéptica ante mis avances, pero le gustaba estar conmigo. Yo tenía que ir al baño; mientras estaba sentada veía por una rendija a una niña pasar corriendo.

Ahora seguía sentada en una taza, pero ya no en un baño sino en medio del hall de entrada de un centro de convenciones en Tokio. Una señora me preguntaba en japonés si sabía adónde debía ir para quién sabe qué evento y ella hacía un par de preguntas en la recepción. Duraba ahí mucho tiempo sin importarme que todo el mundo me estuviera viendo, pero algo preocupada porque gracias al estreñimiento estaba acaparando el sanitario. De pronto me daba cuenta de que otra vez estaba teniendo un sueño donde estaba estreñida mas no avergonzada en un lugar donde todos me podían ver.

Volví a conciliar el sueño y vi un episodio de una serie animada que, según tenía entendido, era The Simpsons. Homero intentaba ganar dinero de maneras muy absurdas. Por quemarse las manos poniéndolas sobre algún metal al rojo le pagaban ¥490. Entonces salía un pez del agua y el aire se convertía en agua, o al menos se volvía respirable para el pez, y de arriba salía una legión de pastos a perseguirlo. Al parecer ese cambio en la dimensión había sido culpa de Homero. Ese era el final del capítulo y el pez nadaba rapidísimo hasta convertirse en el logo de la productora de televisión.

Ahí sí desperté.


Anoche soñé que nadaba en un tanque gigante rodeada de animales acuáticos de todos los tamaños y colores, incluyendo un cachalote. Creo que había un koi gigante también. Yo los alimentaba con ostras pequeñitas que lanzaba en todas direcciones a ver qué criaturas las atrapaban. Estaba sola en ese deber, y era inmensamente feliz.


Azuma me hablaba de una agencia de bienes raíces con la que estaba negociando un arriendo. La señora de la agencia (que yo imaginaba como una japonesa gorda de delantal) le había dicho que esperaba que no saliera de vacaciones mientras arrendara el apartamento. Mientras tanto yo pensaba en cómo sería mejor tomarle una foto. Tal vez con la gata. Mirando para abajo definitivamente no. Este hilo de ideas se sentía como si paralelo al sueño corriera un proceso mental lúcido.

Después estaba en la cafetería de pastas que hay frente a mi facultad y me encontraba con Cora, la rumana, para devolverle el libro que me había prestado hace tanto tiempo (Freakonomics, no sé por qué me lo prestó si yo claramente no lo iba a leer). La acompañaba un desconocido. La cara se le iluminaba al verme y me saludaba efusivamente. (Recordemos que Cora en realidad me odia y me condenó al ostracismo en Tsukuba, lo cual a la larga mejoró mi calidad de vida enormemente.)


Tengo un vago recuerdo de haber tocado la espalda de Himura y sentirla carrasposa.

Veo una calle estrecha y pedregosa, parece España, o la imagen que me hago de alguna ciudad de España. No sé qué pasaba ahí, pero de repente estaba yo en una especie de bar con Azuma. Tenía el corazón roto y me dedicaba a vaciar botella tras botella de una cerveza que sabía a raspberry ginger brew. Azuma se reía con ganas de mi afán de beber. A mí me gustaba el sabor del trago y tenía mucha sed. Estaba segura de que no podría emborracharme con algo que supiera así, pero aparentemente ya me estaba prendiendo. Azuma me sacaba de ahí y me llevaba a su cuarto, un recinto de paredes de madera poco iluminado, cálido. Yo anotaba que tenía dos camas pese a vivir sola. Ella se reía y, sentadas en una, empujábamos la otra con los pies hasta estrellarla contra la pared.


Qué hermoso es cuando los sueños no son más que recordatorios de lo que hay que hacer al día siguiente.

Fotocopia de la tarjeta de extranjería. Fotocopia de la libreta de ahorros. Formulario relleno. Dónde está el formulario. Sobre para enviar papeles. La oficina postal cierra a las cinco de la tarde. Llevar pasaporte, carné y tarjeta de extranjería a la facultad de biología para lo del tour de la JAXA.

Pensándolo bien, no es hermoso. Pero al menos no se me olvidará. Espero.


Duermo muchísimo tras un día surreal en Tokio. El sueño excesivamente largo se convierte al llegar el día en un sopor pesado y delirante. Veo el cielo. No veo el cielo. Veo el cielo. El cerebro no procesa la miopía, solo el azul reinante. Me reacomodo en el futón y estoy segura de que mi espalda tiene una fila de snap fasteners que bajan por toda la columna vertebral y se despegan del colchón haciendo ruido.

Hay una discusión quién sabe con quién sobre la diferencia entre itsuka (何時か, "algún día", "en algún momento") e itsuka (五日, "el día cinco del mes"). Voces me hablan de madurar. Debo madurar. Madurar.

En mi cabeza suena "Close Your Eyes" de Basement Jaxx. Cuando despierto del todo lo único que queda es esta canción.


Viajaba en avión con mi familia, pero no sabíamos adónde ir. Podíamos ir al este u oeste de no sé qué meridiano. Al parecer había una opción larguísima según la cuál terminaríamos en Africa, en Zanzíbar o algo así. No sé al fin dónde terminamos, me parece que en Tahití. De repente estábamos en un tour en bus y nos querían dejar botados al lado de un puente porque aún no estaba terminado y por lo tanto no tenía peajes. (Extraña lógica.) Algo en el puente o cerca de él era de color curuba, como la pared del centro comercial Atlantis Plaza.

En duermevela, justo antes de despertar, oí cómo Lucas (amigo de adolescencia) me advertía que me iba a caer alguien del Edgar Winter Group.

Necesito dejar de evocar los sueños en términos narrativos porque pierdo detalles. Hay que permitir que las imágenes fluyan.


Cosas vistas en orden pero difíciles de recordar con claridad.

  1. Ovidio cerraba su blog. Al parecer había encontrado el amor de su vida y ya no necesitaba decir nada más.
  2. Me encontraba con Lowfill y le preguntaba por Himura. Me decía que estaba muy mal, enfermo.
  3. Estaba con Arhuaco en un recinto público, pero no logro saber qué tipo de sitio era. Este sueño es altamente confuso; en mi cabeza veo cosas clarísimas pero no puedo ni conectarlas entre sí ni explicar qué son.
(Creo que tras el #2 desperté brevemente con la firme intención de escribirle a Himura expresando mi preocupación a raíz del sueño, pero con una advertencia al final: "si me vas a insultar, abstente de responder". Me temo que no estaba del todo lúcida.)


Había salido una noticia según la cual un señor había creado una especie de sintetizador para sus hijos (un niño y una niña), un aparato revolucionario de fabricación casera con muchos botones grandes. Parecía hecho de cajas de cartón, al tacto los botones se sentían como stickers de esos que parecen inflados. Se creía al principio que el inventor había castrado a los niños para que solo se dedicaran a la música, pero luego se aclaraba que no.

Arhuaco y Cavorite se daban a la tarea de emular las propiedades de este instrumento en software. Cavorite creaba los "Cavodrums" (la idea del nombre era mía) y Arhuaco algo relacionado con los instrumentos melódicos. La interfaz del programa de este último tenía bonito diseño (en realidad no; era una cosa noventera fucsia), lo cual era de esperarse porque, claro, él se dedicaba a diseñar interfaces para las cosas que programaba (nada más lejos de la realidad). Yo estaba bajando los programas de ambos a mi computador, pero no podría decir dónde estaba mientras esto ocurría. Sobre mí se extendía el cielo de la tarde, de un azul cálido con nubes ambarinas.

De repente, aunque esta imagen ya no es clara, yo estaba programando algo y Arhuaco me decía que lo estaba haciendo mal. De fondo o en mi cabeza sonaba "Dès que j'te vois" de Vanessa Paradis.


Recuerdo varias cosas inconexas.

  • Me iba a cortar el pelo y querían dejarme la capul bastante corta, así como la tuve en 2007.
  • Les mostraba unos dibujos que estaba haciendo en mi cama a mi madre, mi hermana y mi tía. A esta última le contaba que quería tomar clases de guitarra o de dibujo en la Academia de Artes Guerrero. Al parecer podía hacer cosas bonitas con lápices de colores; una mujer que estaba haciendo mientras hablaba llevaba un chador azul cobalto.
  • Estaba en el estudio de grabación donde se había filmado el video de "Ruby Rises", de Oren Lavie (hasta donde tengo entendido esa canción no tiene video). Oren estaba ahí, y la gente comentaba algo sobre lo futurista del video o de su aspecto (a veces se veía de lejos como un ejercicio de dibujo anatómico: calvo, musculoso y plateado). La canción sonaba incesantemente. El lugar era un espacio amplio de techo alto, piso azul oscuro y paredes de concreto. Había mucha gente allí.
  • Mi tío aparecía en el set y me regalaba paños para limpiar el carro. Cuál carro, es una buena pregunta.
  • En el mismo estudio conocía los efectos de los helados de colores vivos en el desarrollo cognoscitivo de los niños. Creo que era algo bueno. Alguien, no sé si yo, estaba comiendo un helado de Baskin Robbins amarillo y morado.


Anoche soñé que iba a leer Infinite Jest. Era un libro grandísimo, tal vez más grande que el mío de Literary Theory, pero deforme.


Anoche soñé que me iba a poner el bikini que compré en Hawaii, pero descubría que estaba gordísima y se me veía horripilante. La barriga hinchada me quedaba colgando sobre la parte de abajo.

Mi hermana me decía, "tranquila que yo también he sido así de grande". Obviamente no era el mejor de los consuelos.


Anoche soñé que la policía de inmigración de Estados Unidos nos detenía a Minori y a mí para interrogarnos. Al parecer querían comprobar que yo realmente estudiaba en Japón, así que preguntaron cómo fue que terminé yo acá. Minori y yo nos mirábamos y contábamos que alguna vez habíamos estado cuadrados, y que él había empezado a enseñarme japonés, lo cual me había llevado a interesarme por Japón en general. Él estaba vestido con un kimono blanco (lo cual es raro porque los hombres solo usan kimono gris, negro o azul) que tenía las mangas bastante sucias. Nos mirábamos con bastante ternura, lo cual creo que contrasta por completo con la realidad que vivimos entre la semana pasada y esta.


Anoche soñé que actuaba en una película dirigida por Jason Bateman. Luego hablaba con él y quedábamos en salir. Yo era pésima actriz, por cierto, así que la cita no tendría nada que ver con mi nulo futuro en Hollywood. Mejor así, porque Jason Bateman me encanta.


Anoche soñé que le hacía dar celos a Himura poniéndome muy melosa con Kenneth Wolf, un cibernovio gringo que tuve en la adolescencia y a quien en realidad jamás conocí en persona.


Anoche soñé con mi vecino, el japonés lindo. No sé de qué estaba hablando con él que nos mirábamos... y nada más. Demonios.


Anoche soñé que iba a una ciudad pequeña en Europa sin saber cuál era. La arquitectura era espectacular. Al principio me parecía que estaba en Alemania, pero luego entendía que estaba en Suecia. Entonces le preguntaba a alguien si estábamos lejos de Lund para ir a visitar a Amber.



Anoche tomé una siesta antes de irme de parranda y soñé que había acá un topic en mi nuevo foro de Flickr llamado "Gente del Metachamizo que nos cae mal".


Pesadilla.
Mi vuelo a Bogotá resultaba partir desde Dublin y yo me daba cuenta en el aeropuerto de lo siguiente:
a) Necesitaba un vuelo urgente para Dublin (no se me había ocurrido arreglar eso antes)
b) Podía embarcarme al fin en un vuelo de RyanAir pero resultaba no tener visa, así que ni modos de hacer tránsito por allá
c) Se me había quedado el pasaporte en mi casa

Iba con Adeline (compañera bruneyana de carrera), quien decía toda extrañada que a ella nunca le habían pedido una visa. "Yeah, but I come from a poor country", replicaba yo. Subíamos unas escaleras y estábamos en pleno centro de Tokio, desde donde se veía el mar y, al otro lado, un centro comercial gigante en Odaiba. De repente la que estaba conmigo era Azuma, quien no quería acompañarme a sacar una visa a toda velocidad sino ir al centro comercial. Se veía tentador; alcanzaba a sentir ganas de dejar todo botado e ir a divertirme en Odaiba con ella.

Qué angustia, menos mal me desperté.


Anoche soñé algo rarísimo:
Estaba en mi casa. Era diciembre 13 y mi familia nuclear estaba reunida en la sala como en un fin de semana normal. Entonces llegaba Himura, quien me preguntaba si no venía nadie más a celebrar "la cremación del cedro". Yo le decía que nosotros no sabíamos que el 13 de diciembre se celebraba algo.
En un sofá estaba sentada una amiga que murió hace años. Por estar tratando de agradar a Himura no hablaba casi con ella, y de pronto la notaba aburrida. Entonces halaba al señor al sofá y le decía:
—Te presento a Sandra. O más bien, al fantasma de Sandra.
Ella sabía que estaba muerta, pero hacía algún comentario irónico sobre cómo en efecto, era un fantasma, puesto que la había estado ignorando.


Primero soñé que tenía la nariz llena de caracoles de tierra. Podrían haber sido mocos pero no, eran seres vivos babosos con caparazón poblando mi pobre nariz. La sensación era horripilante y yo no hacía sino tratar de deshacerme de ellos, pero sabía que algunos ya iban más profundo, por allá en la faringe. Tosía y respiraba duro, pero ahí seguían.

Tras interrumpir esa experiencia tan desagradable, volví a dormir y soñé que estaba en París, visitando lugares turísticos (entre ellos unas ruinas del Imperio Romano) y escuchando música de acordeón en la oscuridad. Era hermoso. Obviamente no se parecía ni una pizca a lo que debe ser París de verdad.


Anoche soñé que regresaba a Colombia a terminar mi carrera en Los Andes. Tenía un novio nuevo llamado Luis Ernesto, quien era igualito a Penn Badgley, el de Gossip Girl. Hasta se vestía igual. Su familia tenía una panadería donde ponían boleros, pero él no quería llevarme a conocerla. De resto, el señor me acompañaba a todas partes y era buena gente, pero yo solía confundirme y llamarlo José en vez de Luis, y no estaba tan segura de que su segundo nombre fuera Ernesto.

Cuando llegaba a Los Andes me encontraba con algunas niñas de mi promoción del colegio. Una de ellas reparaba en mi novio y comentaba que al menos a mí sí se me habían declarado, que el niño con el que ella salía hacía tres años no había dicho nada aún. A otra le comentaba que antes de irme de Colombia había tomado una materia llamada Pornografía.


Anoche soñé que iba a Londres. Tenía algunas zonas completamente derruidas, pero las ruinas eran de colores muy vivos y yo no hacía sino tomar fotos. En algún momento nos perdíamos y terminábamos en una zona rural, donde rescatábamos a una anciana congelada bajo la nieve a la vera de un río.

A eso de las 5am me desperté, miré si alguien se había conectado a msn mientras dormía y, al darme cuenta de que era demasiado temprano para iniciar el sábado, volví a la cama.

Entonces ¡volví a soñar que estaba en Londres! Sin embargo, esta vez visitaba un museo donde todo era de madera, incluyendo un trencito que lo recorría. Después resultaba bebiendo con dos sujetos desconocidos y el novio de una amiga. Al último le daba duro el trago y se vomitaba.


Anoche soñé con vestidos de colores vivos, hermosos pero carísimos. Me los medía y me quedaban a la maravilla pero no podía comprarlos todos. Recuerdo especialmente una bufanda anaranjada especialmente costosa.

El instante en que abrí los ojos vi a través de la ventana el cielo más azul que mañana alguna pudiera ofrecer.

Ahora ando de muy buen humor.


Anoche soñé que era una niña austriaca que había vivido en Alemania pero ahora volvía a Austria y era la nueva del colegio. Mi mamá era la señora que hacía de mamá de Edward Scissorhands (Ellen en Synecdoche, New York). En el colegio todo el mundo era fanático de bordar con cintas y lo hacía con gran destreza.

Pues bien, uno de mis compañeros era una especie de versión gordita de Michael Cera y estaba enamorado de mí. Era tiernísimo y yo lo adoraba. En algún momento empezaban a buscarnos por alguna razón y nos escondíamos en el baño. Cuando nos encontraban, yo aducía enfermedad y que él me estaba acompañando por si me desmayaba.

Qué sueño sin pies ni cabeza este. Pero el niño era simpático y yo era rubia.


Anoche soñé con Twitter. Nicht gut.


Anoche soñé que iba a Inglaterra, conocía Stonehenge y me colaba en restaurantes carísimos en castillos. Todo era muy bonito y había muchas clases de té para tomar.

De repente ya no estaba en Inglaterra sino en Colombia y resulta que me tocaba ir al colegio porque me había saltado primero de primaria y tenía que cursarlo.


Llevo dos noches seguidas de sueños angustiosos sobre Himura. ¡¡¡No más!!!


Anoche soñé que me enfurecía con mi madre y me rapaba. No sé si sentí alivio cuando desperté y sentí pelo en mi cabeza.


Anoche soñé que en una clase me ponían a ver un video sobre Jodorowsky. Yo pensaba que lo más seguro era que ya lo hubiera visto en YouTube.

Luego me enteraba de que todavía tenía que presentar un trimestre más de balonmano. Lo extraño es que yo lo asumía con bastante optimismo, tal vez por el buen clima. Era uno de esos atardeceres dorados que atraviesan las ventanas y golpean las paredes del fondo de los salones.

Siguiente escena: Caminaba por un sendero en el bosque a la vera de un río con un atardecer espectacular. Tenía la cámara colgada al hombro e intentaba tomar fotos del río entre los árboles, pero me daba cuenta de que no podía capturarlo bien. De repente me encontraba tirados varios pares de tenis y uno de mis gorros peruanos. Los tenis resultaban ser de una amiga y Himura. Yo los recogía para entregárselos en cuanto llegara a la ciudad.

Últimamente mis sueños andan bastante coloridos.


Anoche soñé que iba de viaje a Fiji; llegaba vadeando desde otra isla. Después de hacer un corto recorrido en bus por calles en mal estado con tiendas y panaderías (un paisaje peligrosamente parecido a los barrios de Bogotá), hacía un recorrido por un parque natural enmarcado por montañas. Luego resultaba quién sabe cómo en una especie de temascal, pero no me daba calor, aunque las otras personas tenían la cara roja y sudaban copiosamente.

De repente aparecían unos guardabosques/subversivos a acusarnos por haber diezmado la población de flamingos del parque y pretendían destruir nuestras cámaras. Yo sacaba discretamente la tarjeta de memoria de la cámara y me la metía por debajo del brasier, pero entonces comprobaban que no habíamos sido nosotros los autores de la masacre sino los paramilitares (¿¡!?).

A mi alrededor todo era fucsia y morado. Había pétalos grandes, como de magnolia, regados por todas partes.


Mientras estuve en Vietnam tuve un sueño recurrente en el cual volvía a Colombia y llegaba a un sitio cerca del cual se encontraba Himura. Yo quería verlo, pero alguien me detenía en la calle para hablar y yo me angustiaba pensando que no me iba a esperar.

Fue horrible pasarme todo el bendito viaje soñando siempre lo mismo mientras iba en buses incómodos con la lluvia colándose entre los ventanales.


Soñé con una melodía que me gustaba mucho, pero ahora no sé si es una canción que conozco o algo que me inventé en sueños.


Soñé que mi profesora de química del colegio me daba un examen cuyas preguntas se referían no sólo al tema que estábamos viendo sino a asuntos personales de las niñas populares del curso. Arguyendo que no sólo mi examen estaba bien contestado y por tanto merecía una mejor nota, sino que muchas de las preguntas sólo las podían responder algunas niñas por ser personales, me ponía a discutir con la señora. A su lado estaba una compañera abogando porque no me arreglaran la nota. De repente la señora intentaba inyectarme algún veneno, pero como lograba forcejear, la señora se lo inyectaba ella misma para que me acusaran.

Aquí el escenario cambia un poco. Aún pretendía huir para evitar que me condenaran injustamente por la muerte de la profesora de química, pero resulaba en una celda al aire libre (un poco como un animal de zoológico) de un manicomio. Llegaban entonces dos niñas de mi curso que de repente se convertían en monstruos simpáticos y me sugerían una manera de huir. Al parecer, ellas también se habían dado a la fuga tiempo atrás. Las seguía, descalza, preocupada por el destino de mis cosas abandonadas en la celda. Cuando aparecía un psiquiatra en mi búsqueda, los monstruos simpáticos simulaban ser mis nuevos doctores y no permitir que nadie entrara en contacto conmigo. Así me salvaba, pero seguía angustiada por andar sin rumbo y sin pertenencias.