Cavorite se ofrecía a lavar la tina de mi baño con su propio líquido lavabaños. Me daba vergüenza pensar que la tina pudiera estar así de sucia.


Estoy en un colegio con niños chiquitos. Están presentando sus proyectos de fin de año. Amber también está y presenta el suyo, que es una especie de disfraz de mariposa de papel con algo escrito encima. Me toca el turno a mí pero yo no estoy preparada, no tengo nada. Están esperando que yo hable en francés pero yo tengo miedo de hablar en francés. Le explico a la profesora, que es Gloria de Fernández (mi profesora de español de primaria), que yo he estado enseñándoles a los niños todo este tiempo y es la primera vez que vengo a esta clase como estudiante. Parece que harán una excepción conmigo, así como pensaban hacerla con alguien más.

Me muestran una película de dibujos animados donde Cavorite es uno de los personajes. Se parece a como lo dibujo yo, pero pienso que mi rendición es mejor.

Durante un tiempo largo en duermevela estoy convencida de que estoy acostada en mi cama en Bogotá.


Iba a comer en un restaurante con el amigo peruano de Azuma en Tokio. Él esperaba que yo lo guiara por ahí pero yo estaba mal de un pie y estábamos en un barrio donde no había nada, así que me rehusaba a seguir caminando. Él se ponía de mal genio y yo me ponía peor. Claro, si a él no le importaba ni que ese fuera un barrio oscuro con todo cerrado ni que yo anduviera cojeando aguantándome el dolor.

Estaba en un apartamento de paredes de mármol beige. Estaba casada con mi vecino. Éramos de esas parejas que hablan en el baño mientras uno se baña y otro está en la taza. Lo miraba de abajo a arriba. Tenía panza. Pensaba que a todos los hombres tarde o temprano les salía panza. Nos enterábamos de que iba a haber una catástrofe a la altura de Holanda (o eso adivino del mapa que veía en el sueño), así que nos preparábamos para huir a España. De repente ya no estaba con él sino con mi mamá y mi hermana, y ya no íbamos a huir sino que nos íbamos de paseo. Mis gafas aparecían rotas. Mi mamá me preguntaba si no podría aguantarme el paseo sin gafas, viendo los edificios un poco borrosos. "No alcanzo a ver siquiera los edificios", le respondía. Recordábamos el episodio en que a mi papá le había tocado andar por Buenos Aires sin lentes. Caía en cuenta de que tenía los lentes de contacto para reemplazar las gafas aunque con ellos no vería bien por un ojo.


  1. Hablaba con mi abuelo materno. Le tocaba la cara y las manos para no olvidar la textura de su piel.
  2. Me enteraba de que Yin se ganaba una beca para estudiar en Alemania. Me alegraba mucho.


Trabajaba en un edificio inmenso en Londres. La ruta del tren que tomaba para ir a trabajar tenía una caída como de montaña rusa justo antes de llegar a mi estación. Era tan divertido que sospechaba que esto era un sueño. Me costaba mucho trabajo tomar un ascensor desde el primer piso, ya que las puertas se abrían y cerraban muy rápidamente y no alcanzaba a entrar. Por fin lograba abordar uno junto a dos compañeros que al parecer tenían un romance. Yo esperaba que aprovecharan el tiempo en el ascensor para darse besos o algo pero no hacían nada. Yo miraba a la mujer de esta pareja y me daba cuenta de que no podría asegurar si era mujer cisgénero. A veces el ascensor iba muy rápido y daba vértigo. Mi trabajo no era muy bueno; de hecho yo consideraba que el ambiente era bastante sexista y me quejaba con otros dos compañeros, que eran los geeks de Freaks and Geeks.

De repente estaba con mi familia frente a la puerta principal de este mismo edificio, listos para hacer un recorrido turístico de las instalaciones. A la entrada había un mapamundi gigante de espuma. Alrededor había muchos turistas sentados. Al parecer era muy difícil conseguir permiso para entrar, pero mi mamá lo lograba. Con mi papá debatíamos entre esperar a nuestro guía afuera junto al mapamundi o adentro en el lobby de los ascensores.


Mi familia y yo estábamos visitando una especie de complejo vacacional con museo incluido. Queríamos ver una exposición de cefalópodos gigantes suspendidos en resina. Los edificios del complejo estaban separados por algún cuerpo de agua. Cruzando de uno a otro me daba cuenta de que podía caminar sobre el agua, pero tenía que correr para lograrlo (como en esos experimentos con coloides). Mi papá pensaba comprar un apartamento en el lugar porque en el trabajo se lo exigían. El apartamento que estábamos mirando tenía genkan y los acabados bastante improvisados aunque antiguos. El genkan era uno de los requisitos impuestos por los empleadores de mi padre para el inmueble que debía adquirir.

Seguíamos recorriendo los espacios y en una sala nos encontrábamos a mis abuelos maternos y mi bisabuela. Yo hablaba con mi abuelo tomándole la mano. Era muy suave. Mi bisabuela me reclamaba porque yo la había ignorado. Yo la abrazaba. Estaba emocionada de estar con ellos pero angustiada al mismo tiempo: temía que esta fuera la última vez que los vería.


Estaba buscando libros para niños de la colección Barco de vapor en una librería, en especial "Historias de Ninguno". Creía que lo encontraba, pero el título resultaba ser "Historias de género".