La casa de mis abuelos paternos tenía cuartos secretos que recién descubríamos. Uno de ellos era un cuarto congelado con pingüinos.


Montaba bicicleta mientras acompañaba a mi familia en un paseo por algún lado de Bogotá, supongo que por los lados de Santa Ana. Cruzaba un puente peatonal.


Estábamos mi hermana y yo en un supermercado donde vendían una especie de ahuyama gigante llamada "gen" (ゲン). Yo me preguntaba qué significaría "gen", si "gan" es cáncer.

Existía un tren especial cuya velocidad provenía de un avión F-14 (que más parecía un X-Wing) conectado a uno de los vagones. Mi hermana y yo nos montábamos en el avión y el piloto nos explicaba cosas mientras nos llevaba. De pronto estábamos recorriendo Ginebra en el avión. El piloto nos explicaba que ahí quedaba un museo de un inventor importante. Era un lugar muy colorido. Yo tenía puesto un collar azul que imitaba las letras del nombre del inventor que estaban grabadas en una torre de agua del museo. A mi hermana le parecía espectacular. A la entrada del museo había un problema con el precio de la boleta. Me hablaban en francés pero a mí solo me salía el japonés. Mi hermana hablaba alemán fluido aunque con pronunciación chistosa.

En el museo nos encontrábamos a una antigua compañera de Los Andes que me detesta. Nos saludábamos y teníamos una conversación bastante aburrida con sonrisas forzadas, pero finalmente a mí me daba por hacer algún chiste mordaz y ella se ofendía. Mi hermana me decía que yo me había burlado demasiado y ahora ser amable no resolvería nada. Así pues, volvíamos a ignorarnos mutuamente como de costumbre.

Llegábamos a otra sección del museo. Aparecía Cavorite. Estaba contento de verme, me daba besos y me llevaba de la mano. De pronto estaban ahí mi tío Ju. y mi prima y nos recogían en su carro. Yo todavía quería seguir recorriendo el museo.


"そうだ。Verschiedene Mode."


Veía un programa que era algo así como Los Simpson + El Chavo doblado por fans.
Incluso el tema principal (que era Yo Yo de Rose Royce) lo tarareaban a capella bastante desafinado. Al título le agregaban la palabra "atravezado" (sic) y a mí me daba rabia la mala ortografía.

Por otro lado, Cavorite me gustaba de frente pero no de perfil. De perfil se veía rarísimo.


  1. Encontraba en mi inbox varios mails de j., pero eran puros links.
  2. Veía una película de acción con un elenco estelar que incluía a Jean Reno. Al final salían los créditos para los actores más jóvenes, pero de los veteranos solo mostraban un ojo. Se asumía que eran tan famosos que uno los reconocería. Con Jean Reno funcionaba, al menos.


Comía ramen con carne molida en un restaurante. Le ofrecía una parte de mi comida a unas personas que me decían que era bueno tener una judía en la familia —refiriéndose a mí— y hablaban de los judíos como si fueran mascotas con apodos. A mí me parecía indignante pero no decía nada para no arruinar el almuerzo.


Estábamos de viaje en Taiwan, subiendo un cerro altísimo en funicular. Teníamos un nuevo hermanito. Yo me preguntaba si sería contraproducente para el niño tener hermanas al menos veinte años mayores que él.


Me estaba preparando para ir a un evento tipo Woodstock. Tenía un morral lleno de ropa hippie setentera y estaba dispuesta a pasar días escuchando música al aire libre con un montón de gente. Las cosas a mi alrededor eran de colores tierra. Después me enteraba de la muerte de Jane Fonda.


Iba a un museo de noche. Entraba a una especie de vitrina donde estaban haciendo una actividad no sé exactamente de qué tipo, pero incluía vapor. La guía me pedía que me subiera la camiseta hasta justo abajo del pecho y me bajara el pantalón hasta abajo del ombligo. Me explicaba que se trataba de un ejercicio de aceptación del propio cuerpo encaminado a la reforma de los ideales de belleza femenina. Era difícil, teniendo en cuenta la grasa acumulada y la presencia de pelitos en el área expuesta. Después veía una foto de Cavorite barbudo. Rarísimo. Finalmente alguien me invitaba a entrar a un edificio porque quería mostrarme la habitación de Antanas Mockus.


Compartía comida grasosa con un grupo de personas en una mesa en la calle. Iba a viajar en shinkansen pero mientras buscaba mi tiquete se me enfriaban las manos y me dolían mucho. Buscaba mis guantes en vano. El dolor era insoportable.


Por alguna razón me tocaba compartir cama con mi vecino. Me daba besos con él pero ni yo le atraía a él ni él a mí. Era algo que hacíamos así como porque sí.


Estaba caminando por la calle con mi familia. Les mostraba una proyección sobre una pared de unas fotos que había tomado en un paseo. Al tocar la pared cambiaba la foto, y si caminaba tocándola las fotos cambiaban tan rápido que parecía una animación. Se veía una multitud y luego aparecíamos caminando j. y yo. Parecían ser las fotos de algún paseo que habíamos hecho juntos. Me daba un poco de vergüenza mostrarlas pero ellos se distraían cuando nos topábamos con la ventana del baño de la casa de mi tío. Alguien me pedía que me asomara para saber cuál de mis primas estaba adentro bañándose, pero yo decía que era incapaz. De pronto aparecía j. con unas gafas feísimas del otro lado de la calle. Yo salía corriendo a su encuentro, le daba un abrazo larguísimo y le decía que ahora se parecía al número dos de la mafia setentera. No recuerdo qué explicación me daba para el uso de esas gafas. Él saludaba a mi mamá.

Estábamos así contentos hablando cuando empezaba una revuelta en la calle. Había muchos disparos por todos lados y yo me perdía de mi familia. Corría de la mano de j. Le decía que si nos tocaba separarnos para huir quería que supiera que lo amaba. Él decidía emprender la huida pero conmigo. Esto no lo decía: simplemente me halaba. Corríamos hasta llegar a un punto de la ciudad que no había sido tocado por el caos aún.

De repente estábamos en un recinto oscuro e inmenso. Al parecer habíamos tenido que seguir huyendo y llevábamos mucho tiempo en esas. El lugar tenía miles de cruces sobre las paredes. Estábamos en la parte superior de unas escaleras localizadas hacia un lado del recinto; nos asomábamos por la baranda y veíamos que abajo era igual de oscuro y no había sillas ni nada. El sitio me daba mucho miedo y yo se lo manifestaba. Él parecía tener una especie de fe en algo y decía cosas que yo no entendía, conjuros o mantras o algo por el estilo. En todo caso él sabía de esto más que yo. Me abrazaba y luego nos lanzábamos a bajar las escaleras a toda, sin soltarnos las manos, mientras aparecían demonios grises voladores que evadíamos. Llegábamos a otro lugar más luminoso donde había más gente.

A mí se me ocurría que todo esto debía ser un producto de la imaginación, así que podríamos combatir esos demonios gritándoles que no existen. Sin embargo, ellos seguían atacando. Uno de ellos me daba una palmada en la mano cuando lo señalaba. A alguien de la multitud se le ocurría que podríamos ignorarlos entre todos. Se sentaban uno a uno en el piso y los demonios desaparecían, pero las personas que lo hacían se desaturaban completamente. Yo entendía que ignorar el problema daba la impresión de haberlo solucionado pero algo se perdía recurriendo a ello. No obstante, dado lo desesperado de la situación, nos sentábamos también. Sabíamos que pasarían más cosas malas y estábamos perdidos pero lo único que nos quedaba era querernos, así que nos besábamos. De pronto aparecía en el piso un cuaderno de él con fechas del futuro y muchas anotaciones a color. Entonces yo entendía que ese cuaderno de verdad provenía del futuro y su existencia indicaba que al final todo había salido bien, que ambos habíamos sobrevivido aunque era también posible que nos hubiera tocado separarnos tarde o temprano. Consciente de la inminente pérdida, lo seguía besando.


Soñé que existía un barrio en Tokio que era muy parecido a Seúl. Había tiendas de ropa horrible atendidas por señoras con el pelo encrespado y casas parecidas a las de mi barrio en Bogotá. En un pequeño centro comercial había dos almacenes de ropa de algún país del Medio Oriente, no recuerdo bien. Escuchaba hablar a la dueña de una de estas tiendas. Explicaba cuánto tiempo pasaba en el negocio hasta que cerraba.

De repente estaba en un vehículo, no sé si era un tren o un avión. Iba con Lynn y alguien más, creo que era Dimanche. Veíamos pasar un tren y un barco carguero. Lynn anhelaba que el tren pitara. Al parecer ese sonido la tranquilizaba. Luego comentábamos sobre lo mucho que contaminaban los barcos cargueros con todo el humo y los desechos que botaban por sus múltiples chimeneas. Eso la entristecía.