Anoche soñé con Twitter. Nicht gut.


Anoche soñé que iba a Inglaterra, conocía Stonehenge y me colaba en restaurantes carísimos en castillos. Todo era muy bonito y había muchas clases de té para tomar.

De repente ya no estaba en Inglaterra sino en Colombia y resulta que me tocaba ir al colegio porque me había saltado primero de primaria y tenía que cursarlo.


Llevo dos noches seguidas de sueños angustiosos sobre Himura. ¡¡¡No más!!!


Anoche soñé que me enfurecía con mi madre y me rapaba. No sé si sentí alivio cuando desperté y sentí pelo en mi cabeza.


Anoche soñé que en una clase me ponían a ver un video sobre Jodorowsky. Yo pensaba que lo más seguro era que ya lo hubiera visto en YouTube.

Luego me enteraba de que todavía tenía que presentar un trimestre más de balonmano. Lo extraño es que yo lo asumía con bastante optimismo, tal vez por el buen clima. Era uno de esos atardeceres dorados que atraviesan las ventanas y golpean las paredes del fondo de los salones.

Siguiente escena: Caminaba por un sendero en el bosque a la vera de un río con un atardecer espectacular. Tenía la cámara colgada al hombro e intentaba tomar fotos del río entre los árboles, pero me daba cuenta de que no podía capturarlo bien. De repente me encontraba tirados varios pares de tenis y uno de mis gorros peruanos. Los tenis resultaban ser de una amiga y Himura. Yo los recogía para entregárselos en cuanto llegara a la ciudad.

Últimamente mis sueños andan bastante coloridos.


Anoche soñé que iba de viaje a Fiji; llegaba vadeando desde otra isla. Después de hacer un corto recorrido en bus por calles en mal estado con tiendas y panaderías (un paisaje peligrosamente parecido a los barrios de Bogotá), hacía un recorrido por un parque natural enmarcado por montañas. Luego resultaba quién sabe cómo en una especie de temascal, pero no me daba calor, aunque las otras personas tenían la cara roja y sudaban copiosamente.

De repente aparecían unos guardabosques/subversivos a acusarnos por haber diezmado la población de flamingos del parque y pretendían destruir nuestras cámaras. Yo sacaba discretamente la tarjeta de memoria de la cámara y me la metía por debajo del brasier, pero entonces comprobaban que no habíamos sido nosotros los autores de la masacre sino los paramilitares (¿¡!?).

A mi alrededor todo era fucsia y morado. Había pétalos grandes, como de magnolia, regados por todas partes.