Cavorite y yo íbamos a ir a Tokio con el TX Metro Pass (tiquete que permite usar el Tsukuba Express y toda la red del Metro de Tokio cuantas veces se quiera durante un día) y resultaba que por ser fin de año lo estaban regalando, con la condición de que uno no podría bajarse en una estación aleatoria que salía impresa en el tiquete. A mí me salía Nagatacho y a él le salía Akabanebashi.
(Qué detallado se pone mi cerebro a veces... No recordaba la existencia de esas dos estaciones, pero resulta que son reales: cerca de Nagatacho está el edificio de la Dieta, y Akabanebashi da contra un parque que conduce a la Tokyo Tower.)
De repente estaba rodeada de una familia que no era la mía. Le estaban cantando el Happy Birthday a alguien y había un niño chiquito que se estaba portando mal, creo que porque había algo a lo que se estaba negando. De pronto toda la familia lo examinaba para saber si era niño o niña.
Mi padre, un contacto de Twitter y yo íbamos a la peluquería. La niña (el contacto, a quien nunca he visto en la vida real) iba por un corte de pelo pero le resultaban haciendo el bikini. Mientras esperábamos, yo mencionaba que acababa de comprar una falda corta que me quedaba horrible, y que la falda que tenía puesta en ese momento tampoco me quedaba muy bien que digamos. Decía que solo tenía una falda que me quedaba bien, pensando en una muy vieja de jean que tengo en la vida real. Me daba un poco de pena ajena por la niña, pues su intención original no era la depilación, pero de alguna manera el peluquero (cuyo negocio quedaba en su propia habitación) se había dado cuenta de que le hacía falta y se lo hacía. Yo planeaba devolver la falda al otro día porque sí que era fea.
De repente mi familia y yo estábamos de viaje en bus por Vietnam. Nos deteníamos en un parque de diversiones donde yo ya había estado en 2008 (cosa que en realidad nunca ocurrió) y nos montábamos en unas atracciones un tanto peligrosas, pues no tenían cinturón de seguridad. Eran gigantescas y todas hechas de troncos como los parques para niños en Bogotá. Yo intentaba recordar el nombre de este lugar, que no era ni Da Nang ni Nha Trang, pero no lo lograba. Mientras montábamos en el inmenso aparato aquel la cámara (la S2) salía volando y casi perecía, pero mi hermana y yo nos aferrábamos a ella desesperadamente. Al final yo sufría una caída un tanto aparatosa a cuenta de la salvación de la cámara.
Al caer la tarde yo peleaba con mi papá porque había escogido la manera más aburrida de salir del parque, en unas sillitas colgantes como las del Parque del Café, y había forzado a mi mamá y mi hermana a montarse ahí. Yo le decía que yo saldría por donde quisiera y me iba a un pasillo gelatinoso donde aparecía una versión chiviada de Daria. Entonces me daba cuenta de que esa y las otras salidas aparte de la de mi padre eran peligrosas y yo resultaba recorriendo un camino larguísimo, al parecer sobre el filo de las cercas de todos los edificios hasta la casa. Durante el trayecto veía casas dedicadas enteramente a películas de dibujitos animados: había una de Bob Esponja, una de La noche de las narices frías y una de Oliver y su pandilla. En el proceso yo dejaba de ser yo y resultaba ser una adolescente japonesa embarazada. El resto del sueño transcurrió en inglés y japonés, y yo estaba quejándome con mi mamá (que no era mi mamá porque yo no era yo) por no encontrar la ropa de maternidad que necesitaba. Tenía una pinta horrible de leggings grises, una blusa larga verde pasto con una blusita debajo y una media tobillera amarillo limón, cuyo par no encontraba. Mi mamá me decía que no me preocupara, que "it's normal to have a little miscarriage" en esta etapa. Al final miraba una foto donde salía yo (la japonesa) con el padre del niño, y me daba cuenta de que él no era ningún jovencito: sus facciones lo delataban como casi cuarentón, y tenía un mohawk corto como Mario Baracus. En la foto no sonreía.
De repente mi familia y yo estábamos de viaje en bus por Vietnam. Nos deteníamos en un parque de diversiones donde yo ya había estado en 2008 (cosa que en realidad nunca ocurrió) y nos montábamos en unas atracciones un tanto peligrosas, pues no tenían cinturón de seguridad. Eran gigantescas y todas hechas de troncos como los parques para niños en Bogotá. Yo intentaba recordar el nombre de este lugar, que no era ni Da Nang ni Nha Trang, pero no lo lograba. Mientras montábamos en el inmenso aparato aquel la cámara (la S2) salía volando y casi perecía, pero mi hermana y yo nos aferrábamos a ella desesperadamente. Al final yo sufría una caída un tanto aparatosa a cuenta de la salvación de la cámara.
Al caer la tarde yo peleaba con mi papá porque había escogido la manera más aburrida de salir del parque, en unas sillitas colgantes como las del Parque del Café, y había forzado a mi mamá y mi hermana a montarse ahí. Yo le decía que yo saldría por donde quisiera y me iba a un pasillo gelatinoso donde aparecía una versión chiviada de Daria. Entonces me daba cuenta de que esa y las otras salidas aparte de la de mi padre eran peligrosas y yo resultaba recorriendo un camino larguísimo, al parecer sobre el filo de las cercas de todos los edificios hasta la casa. Durante el trayecto veía casas dedicadas enteramente a películas de dibujitos animados: había una de Bob Esponja, una de La noche de las narices frías y una de Oliver y su pandilla. En el proceso yo dejaba de ser yo y resultaba ser una adolescente japonesa embarazada. El resto del sueño transcurrió en inglés y japonés, y yo estaba quejándome con mi mamá (que no era mi mamá porque yo no era yo) por no encontrar la ropa de maternidad que necesitaba. Tenía una pinta horrible de leggings grises, una blusa larga verde pasto con una blusita debajo y una media tobillera amarillo limón, cuyo par no encontraba. Mi mamá me decía que no me preocupara, que "it's normal to have a little miscarriage" en esta etapa. Al final miraba una foto donde salía yo (la japonesa) con el padre del niño, y me daba cuenta de que él no era ningún jovencito: sus facciones lo delataban como casi cuarentón, y tenía un mohawk corto como Mario Baracus. En la foto no sonreía.
Ya me estaba aburriendo de no recordar mis sueños. Por fin algo bien raro y largo:
Volvía a Colombia y me ponía una cita con alguien para vernos. Sin embargo, cuando estaba en el lugar de encuentro (creo que era Cafam de La Floresta) me daba cuenta de que la persona y yo no nos habíamos dicho en qué puerta nos encontraríamos y cuando iba a coger el celular para llamarlo me daba cuenta de que tenía el de mi madre, en el cual no estaba grabado su número, y yo no podía recordarlo. Mi familia me encontraba en esas y me llevaba a la casa de mi tía, donde una prima aparecía y me saludaba. Yo estaba llorando. Pensaba que si el del encuentro hubiera sido Himura, habría podido llamarlo porque el suyo era el único número de celular que aún me sabía de memoria. Mi tía se ofrecía para llevarme a mi casa a recoger mi celular para no perder mi cita, pero ya había pasado más de media hora desde la hora convenida (como que la cita era a las cuatro porque eran las 4:36.
Creo que alcanzó a haber un rato de no pensar antes de soñar esto:
Estaba en Argentina, en un salón lleno de duchas. Las duchas eran bastante interesantes: una combinaba agua y alcohol pero la presión era tan fuerte cuando me iba a meter el agua (o el alcohol, eran dos chorros) me mandaban al piso. La gente me veía tirada ahí como una cucaracha pero no me ayudaba a parar. Al fin me incorporaba y exponía mi región lumbar al golpe del agua a ver si me masajeaba. Después iba a meterme a una ducha que proyectaba muchos chorros desde muchos ángulos, pero por alguna razón no podía. Tengo la impresión de que siempre me estaba resbalando en ese sueño. Había muchas argentinas lindas, por cierto.
Como no falta la metamorfosis del lugar en el sueño largo, resultaba de repente en la cocina de un restaurante. Veía a los chefs preparar muchos platos con jamón. Se veían muy apetitosos.
Mi familia y yo íbamos caminando por el barrio para regresar a casa cuando nos interceptaba Himura, quien vestía mi sudadera verde oliva de estar en casa. Me daba un poco de vergüenza verlo con esa ropa que le quedaba chiquita. Decía muchas groserías frente a mis papás pero se disculpaba. Decía que había venido hasta el barrio porque yo no había llegado a nuestra cita (¡la del sueño anterior!).
Volvía a Colombia y me ponía una cita con alguien para vernos. Sin embargo, cuando estaba en el lugar de encuentro (creo que era Cafam de La Floresta) me daba cuenta de que la persona y yo no nos habíamos dicho en qué puerta nos encontraríamos y cuando iba a coger el celular para llamarlo me daba cuenta de que tenía el de mi madre, en el cual no estaba grabado su número, y yo no podía recordarlo. Mi familia me encontraba en esas y me llevaba a la casa de mi tía, donde una prima aparecía y me saludaba. Yo estaba llorando. Pensaba que si el del encuentro hubiera sido Himura, habría podido llamarlo porque el suyo era el único número de celular que aún me sabía de memoria. Mi tía se ofrecía para llevarme a mi casa a recoger mi celular para no perder mi cita, pero ya había pasado más de media hora desde la hora convenida (como que la cita era a las cuatro porque eran las 4:36.
Creo que alcanzó a haber un rato de no pensar antes de soñar esto:
Estaba en Argentina, en un salón lleno de duchas. Las duchas eran bastante interesantes: una combinaba agua y alcohol pero la presión era tan fuerte cuando me iba a meter el agua (o el alcohol, eran dos chorros) me mandaban al piso. La gente me veía tirada ahí como una cucaracha pero no me ayudaba a parar. Al fin me incorporaba y exponía mi región lumbar al golpe del agua a ver si me masajeaba. Después iba a meterme a una ducha que proyectaba muchos chorros desde muchos ángulos, pero por alguna razón no podía. Tengo la impresión de que siempre me estaba resbalando en ese sueño. Había muchas argentinas lindas, por cierto.
Como no falta la metamorfosis del lugar en el sueño largo, resultaba de repente en la cocina de un restaurante. Veía a los chefs preparar muchos platos con jamón. Se veían muy apetitosos.
Mi familia y yo íbamos caminando por el barrio para regresar a casa cuando nos interceptaba Himura, quien vestía mi sudadera verde oliva de estar en casa. Me daba un poco de vergüenza verlo con esa ropa que le quedaba chiquita. Decía muchas groserías frente a mis papás pero se disculpaba. Decía que había venido hasta el barrio porque yo no había llegado a nuestra cita (¡la del sueño anterior!).
Cavorite estaba sentado en su silla blanca cómoda y me hablaba de horarios (no sé de qué) y de sus amigos en Popayán que yo debería conocer. Fue apenas un destello brevísimo de sueño justo antes de abrir los ojos.
Desperté con "Azul" de Natalia Lafourcade dándome vueltas en la cabeza.
Desperté con "Azul" de Natalia Lafourcade dándome vueltas en la cabeza.
Anoche soñé que protestaba contra la prohibición de los minaretes en Suiza. Mi argumento era que entonces lo justo sería prohibir también las torres de las iglesias.
Anoche soñé que vivía en una especie de dormitorio estudiantil (como esas casas de familia donde tienen inquilinos), y mi profesor favorito de la universidad venía a visitar. Conversábamos animadamente en la sala de la casa, que era supremamente amplia y de un piso. A mis anfitriones no les gustaba mi profesor, decían que era monotemático y repetitivo. Yo aparentaba estar de acuerdo con ellos pero para mis adentros aseguraba que él era muy interesante.
No recuerdo cómo pero descubría que tenía un pliegue sangrante sobre un seno. Corría a un baño y resultaba en el cuarto de Amber, quien compartía su baño con alguien más (era una habitación un poco más cara que las normales; baño compartido entre dos cuartos y mucho, mucho espacio). No quería desordenarle las cosas, así que corría al baño de otra persona, no sin antes dejar una cerradura compleja tal como la había encontrado antes de entrar.
En el espejo del baño notaba que si abría un poco el pliegue se veía una gran cantidad de coágulos; era una hendidura que iba directo a mis órganos internos. Trataba de lavar la herida y el piso se llenaba de charcos de aguasangre que me apresuraba a limpiar para que nadie sospechara que alguien había estado allí.
Después volvía a verme en el espejo de otro baño y encontraba que se me había caído la piel desde el cuello hasta la mitad del tórax y se me veían los órganos internos por entre las costillas. Intentaba ver mi corazón latiendo pero no lo encontraba. Nadie sabía que yo me encontraba en esta condición; por encima de la ropa yo me veía perfectamente normal, pero estaba averiguando qué se podía hacer en este caso. Lo único que encontraba era el caso de una mujer en Perú a la que se le había derramado toda la parte de adelante (piel, ojos, etc.) en un estadio.
No recuerdo cómo pero descubría que tenía un pliegue sangrante sobre un seno. Corría a un baño y resultaba en el cuarto de Amber, quien compartía su baño con alguien más (era una habitación un poco más cara que las normales; baño compartido entre dos cuartos y mucho, mucho espacio). No quería desordenarle las cosas, así que corría al baño de otra persona, no sin antes dejar una cerradura compleja tal como la había encontrado antes de entrar.
En el espejo del baño notaba que si abría un poco el pliegue se veía una gran cantidad de coágulos; era una hendidura que iba directo a mis órganos internos. Trataba de lavar la herida y el piso se llenaba de charcos de aguasangre que me apresuraba a limpiar para que nadie sospechara que alguien había estado allí.
Después volvía a verme en el espejo de otro baño y encontraba que se me había caído la piel desde el cuello hasta la mitad del tórax y se me veían los órganos internos por entre las costillas. Intentaba ver mi corazón latiendo pero no lo encontraba. Nadie sabía que yo me encontraba en esta condición; por encima de la ropa yo me veía perfectamente normal, pero estaba averiguando qué se podía hacer en este caso. Lo único que encontraba era el caso de una mujer en Perú a la que se le había derramado toda la parte de adelante (piel, ojos, etc.) en un estadio.
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