"Iterar". La palabra se repetía de manera insoportable. Iterar esa operación. Números y símbolos confusos. Iterar, iterar, iterar.


Estaba esperando un bus cerca de Cafam de La Floresta. Pasaba Himura caminando por ahí, yo lo saludaba y él me trataba mal. Lo llamaban al celular y él explicaba que se había encontrado con "el Che". "El Che" era el nombre que usaba para referirse a mí.


Mi apartamento en Tsukuba, un lugar grande, oscuro y con escaleras de madera, daba contra un campo inmenso y vacío. Era un día soleado. Por el aire volaba una especie de zeppelin de forma fálica de papel brillante morado (como el de las bombas de feliz cumpleaños). Estaba asomada a la ventana junto a alguien y lo veía caer sobre el campo. Se inflaba y explotaba, despidiendo cientos de condones por todos lados. Yo no me inmutaba. Sabiendo que cualquier posibilidad de sexo en mi vida se encontraba reducida a cero, no hacía nada por tomar ninguna de aquellas muestras gratis. De todas maneras caía un sobre de muestra de lubricante sobre el alféizar. Leía la etiqueta: había sido fabricado en un laboratorio de Loras College. Lo guardaba en una estantería de libros muy oscura ubicada al lado de la ventana.


Tenía un control remoto modernizador de cosas. Lo apuntaba a un puente peatonal en Colina Campestre y se volvía más brillante, con un diseño más curvo, metal y vidrio. Todo lo modernizado era plateado. Lo apuntaba a más cosas. Pensaba que debía llamar a j.


Iba con Cavorite por una ciclorruta en bici. Le decía que me hacían falta sus besos. Me besaba. Me besaba el lunar. Me daba pena porque había gente alrededor. Estaba contenta.

Estaba en un restaurante grande y muy fino donde vendían bagels en Bogotá. Pedía un sampler de muchos sabores que había comido la última vez que había estado allí, pero ya no lo ofrecían. Hacía énfasis en que quería un bagel de algún sabor ácido. También pedía una bebida como de té con chocolate. Recordaba los de fresa con sour cream que sobraban de los eventos en Loras. La cuenta salía por $28800, pero no estaba segura de si me habían cobrado o no. Me sentaba a comer y por un momento pensaba que me habían robado la billetera, pero no. El bagel sabía a salmón. Disgusto.


  1. Vivía en un parque de atracciones con mi hermana. Todo parecía sacado de un storyboard de Blancanieves o Bambi. Intentaba tomarme una foto para ilustrar lo absurdo de mi situación pero una señora grande (no sé si gringa o alemana) hacía que cerráramos todas las ventanas para que no pareciera que el lugar fuera lo que era.
  2. Esperaba un bus en una esquina sobre un potrero.
  3. Hablaba con Caster Semenya. Me preguntaba por qué dudaban de su identidad sexual si para mí era claro que era una mujer.


Mi hermana me preguntaba: "Del período cretácico, ¿cuál es tu animal favorito?" Yo iba a responder que el tiranosaurio, pero ahí mismo caía en cuenta de que ese no porque era del período jurásico.