En una especie de delirio provocado por la cama demasiado angosta, soñé que Cavorite y yo éramos páginas (o láminas) de un libro y teníamos que acomodarnos tan planos como pudiéramos para caber en él.


En duermevela, justo antes de despertar, vi a j. sonreír.


Iba a un lugar desde el que se veían unas cataratas hermosas, supuestamente en Ibaraki. Alguien mencionaba Nikko (pero Nikko es en Tochigi). Una señora me hablaba en japonés. Ahora que lo pienso, el paisaje montañoso tras las cataratas era un poco reminiscente de la bahía de Ha Long. Bajaba una cuesta por unas escaleritas (como en las cavernas de Ha Long) y encontraba muñecos de nieve sin ojos pero con huecos donde los ojos deberían ir; alguien me hablaba de niños ciegos que trabajaban. Escuchaba una melodía en mi cabeza: no era tan chévere como las de sueños anteriores.


Tenía que salir a hacer una diligencia en la alcaldía de Tsukuba pero había una tormenta de nieve terrible. Pensaba en mis medias abrigadas de rayas y mis botas de invierno que ya están sacando la mano. De repente estaba en una estación de tren y veía que no podía entrar a determinados vagones. Había letreros en japonés. Por supuesto, si estaba en Japón.


Estaba en un supermercado en Bogotá. Compraba varias cosas para llevar al extranjero. Alguien me hacía llevar chiles de esos grandes y anaranjados. Iba a llevar muchas bolsas de leche pero al final pensaba dejar eso para el final. La cajera me preguntaba dónde había estado yo a las 12:30, yo le respondía que en la cafetería del supermercado. La cajera decía que no podía registrar mi compra porque alguien más ya había comprado con su tarjeta puntos. Yo le decía que esa había sido mi mamá, que había comprado cosas para sí, pero esta era una compra diferente y esto era todo para mí. Después de pagar me daba cuenta de que había olvidado comprar jugo y tenía mucha sed. Me detenía frente a un montacarga lleno de cajitas de jugo y me quedaba pensando qué sabor extrañaba más. Descartaba uno de bayas.

De pronto estaba en un carro con una amiga del colegio (la que estudia alemán) y sus amigos. Se veían los cerros de Bogotá. Salíamos del parqueadero del supermercado y llegábamos a un edificio. Yo ayudaba a subir un jarrón gigantesco a un penthouse de tres pisos. Al alcanzar el tercer piso me encontraba con todos mis abuelitos, una tía abuela hermana de mi abuelo paterno que creo que ya murió y más personas mayores que no conocía. Estaban sentados en sofás beige como los de la casa de mi tía abuela (la hermana de mi abuela materna). Los saludaba de beso a todos.


Algo me decía que si mezclaba todo lo que pienso y todo lo que escribo y cualquier teoría con no pensar tanto, todo saldría mejor. Sentía que tenía ideas pero no podía entenderlas bien. Me estiraba para intentar entender y por un segundo las vislumbraba perfectamente, pero ahí mismo se perdían y yo sentía que daba vueltas y vueltas en la cama, desesperada. Y la verdad es que estoy un poco desesperada y con un empacho de ideas horripilante.


Tenía una cama que no usaba para dormir sino como mesa para dejar cosas como el computador. La casa donde vivía tenía barandas blancas, y la cama era blanca también.

Estaba pensando en caminar descalza sobre la nieve.

Sawako (amiga de Yin) estaba haciendo un experimento y tenía que encerrarse toda la noche en un refugio especial para llevarlo a cabo. Yo iba a visitarla antes de que empezara. Hablábamos en japonés (tal como en la realidad). Me pedía que me quedara un rato más porque estaba muy feliz de verme. El refugio estaba rodeado de nieve y hielo, pero adentro estaba bien equipado.