Estaba en un viaje, creo que a Hawaii. Había un argentino que quería tener algo conmigo, pero mientras discutíamos se me caía el iPhone desde un segundo piso sobre una avenida de varios carriles y los carros lo aplastaban. El argentino se burlaba pero yo estaba muy afligida porque tendría que destinar a la compra de un nuevo aparato parte de la plata que estaba ahorrando para mi viaje a Suiza. Le decía entonces que gracias a este accidente él y yo no podríamos tener una relación a distancia pues no habría cómo contactarme en Japón. Yo sabía que estaba mintiendo y pensaba en lo interesante que era saber que esto se acabaría al momento de poner un pie en el avión y yo no volvería a verlo nunca más en mi vida. Al fin me resignaba a la pérdida —del aparato—, pero resultaba en un bote desde el cual se me caía todo el contenido de mis bolsillos. Yo me lanzaba al agua a recoger lo que más pudiera, preguntándome cómo sería no darse cuenta de la pérdida sino cuando fuera demasiado tarde.


Estaba en un paseo de la universidad en un recinto cerrado en Japón, no sé si era un museo o qué. Iba a tomar una foto pero me daba cuenta de que había sacado dos pilas de la cámara para usarlas en el mouse (lo cual es cierto), así que iba a una máquina dispensadora y compraba un rollo y una especie de película que hacía que los colores se vieran más vivos. La máquina no me daba sino un recibo y me tocaba ir a un restaurante pequeñito a reclamar mi mercancía. Mientras tanto, una señora no hacía sino apurarme porque estaba retrasando la visita.


Estaba en mi casa en Bogotá, usando el computador grande del estudio. En Internet encontraba un artículo sobre la niña de mi curso que vivió en Bélgica. En él se revelaba que ella era Olavia Kite, y alababan su obra literaria. ¡Pero cómo, si la verdadera Olavia Kite era yo! Yo pensaba que nadie me había entrevistado, así que cómo iban a saber. No obstante, no estaba brava con la niña del malentendido, pues tenía la certeza de que ella no sabía de la existencia del artículo.


Llegaba a Nueva York y aparecía un hiphopero puertorriqueño que aseguraba que nos habíamos encontrado en 2008. No sé por qué le creía, tal vez por cortesía (como cuando a uno le dicen "¿te acuerdas de mí?" y uno "sí, sí" pero en realidad ni idea). El señor me acompañaba al barrio donde vivía Minori, me ayudaba con mi maleta de mano e intentaba besarme pero se arrepentía por ser casado. Yo pensaba en Cavorite.

Después de caminar mucho por calles llenas de casas de colores, llegábamos a nuestro destino y yo me daba cuenta de que mi maleta más grande no estaba por ninguna parte. Le preguntaba al puertorriqueño, quien me decía que se había quedado en el aeropuerto. Desesperada, intentaba devolverme, pero el hiphopero me decía que era peligrosísimo, y los buses que salían desde ahí solo iban a La Guardia (¡como los buses que salían del barrio de Minori de verdad!). Entonces de un edificio emergía Minori al haberme oído gritar y espantaba de algún modo al señor, llamándolo timador y no sé qué más. Me invitaba a pasar y me empezaba a regañar que por boba e ingenua.


"Why are women willing to live in a society that allows for them to be systematically abused?"


Primero fue un sueño erótico con Cavorite. Nada diferente de lo que se haría habitualmente.

Luego estaba en una librería gigantesca con mis padres, quienes me iban a comprar unos libros de Michael Ende. En la torrecita de libros escogidos estaban La historia interminable, Momo y uno desconocido. Al fin yo me decidía solo por el desconocido en vista de que los otros dos los tenía en Colombia, pero cuando lo iban a pagar no lo encontrábamos por ninguna parte. La cajera nos decía que esa era la única copia y yo me ponía triste. Les decía a mis papás "aaaaay, yo quiero un liiiiibro" haciendo pucheros.

Por último soñé algo relacionado con el colegio. No recuerdo casi nada, pero sé que la niña que se casó y se fue a Suiza me ofendía de alguna manera.


Soñé que al fin acomodaba el futón extra para volver a dormir sobre tres capas, como venía haciendo antes de que viniera Chee Siang a quedarse.

Después estaba en un aeropuerto; iba a tomar un vuelo nacional por Avianca, no sé desde dónde ni adónde. Veía a Himura y me hacía la loca, pero me bloqueaba el paso para saludarme. Las azafatas nos interceptaban poco después para hacernos muchas preguntas sobre el menú de a bordo. A mí me preguntaban por traducciones español-inglés de la comida que me iban a dar.


Anoche soñé que todo mi curso tenía que participar en la final de un reality de modelos. Yo tenía un vestido de esos que parecen un suéter atado con un cinturón ancho y me hacía una especie de bouffant descuidado. Algunas niñas decían que me veía horrible (entre ellas la de pelo liso larguísimo y talla cero), pero otras decían que me veía bien. Intentaba maquillarme pero siempre resultaba con la mitad de la cara pintorreteada de rojo, como si el maquillaje fuera incontrolable. Aquella a la que yo llamaba histriónica me recomendaba que no fuera a desfilar en tacón puntilla, entonces buscaba unos zapatos de tacón bajo.

Otra vez me siento inadecuada en sueños, tal como cuando estaba en el colegio. Otra vez me rodeo de miradas condescendientes y un poco de malicia.


Ayayay, qué sueños más malucos he tenidos estas últimas noches:
  1. Mi hermana y yo tenemos un accidente depilándonos con cera. Yo me miro el costado izquierdo y está lleno de pústulas, sangre y cera pegada.
  2. Mi tío G. se mete en problemas por prestarle un asador a la mafia. En principio yo soy la única que sabe del peligro que corremos, pero mi abuela paterna pregunta adónde va mi tío con el asador mientras lo ve alejarse. Me angustio y me toca contarle todo.


Estaba en Jerusalén quedándome en un hotel sola. Llevaba hijab. Salía a dar una vuelta, pero decidía volver pronto para usar el wifi de mi cuarto en vez de pagar por un café internet. Entonces llegaba al lobby un grupo de terroristas judías extremistas (entre ellas la chef y la que vive en Canadá con un basset hound, ambas compañeras casadas del curso) y se ensañaban conmigo por ser descendiente de libaneses. La chef tenía un arco y me apuntaba la flecha entre las piernas, así que me veía obligada a acompañarlas a la terraza del hotel, donde vaciarían tubitos de químicos en el tanque de agua para envenenar a todo el mundo. Decían que me perdonarían la vida, así que me quedaba pensando de dónde sacaría el agua para beber este último día mis vacaciones. Ya en la cima del edificio, tras perpetrar el acto, una de las terroristas (desconocida) se lanzaba a besarme el lunar del pecho. Ya envuelta en este entuerto político-religioso, lo mejor que podía hacer era disfrutar aquel ataque personal.


Primero soñé con un paisaje claroscuro, mi conjunto en Bogotá pero con una luz casi que invernal de alto contraste. Yo tomaba fotos y creo que un club de fotografía me estaba rechazando por alguna razón. Me metía en la casa de una compañera de curso en el colegio (la que se fue a Australia, casada en la vida real), la cual quedaba frente a la mía, pero cuando oía la voz del papá a lo lejos salía corriendo. Me asomaba a la ventana de la sala de mi casa. Estaba toda mi familia cantándole el Happy Birthday a mi mamá, y yo quería estar con ellos pese a haber sentido algo de rabia anteriormente, no sé por qué. Entraba atravesando la puerta cerrada (como si fuera un ser incorpóreo) y me reunía con mis papás, dichosa.

Creo que alcancé a despertar un ratito, pero volví a acomodarme. Entonces resultaba en el matrimonio de una niña del curso (la que cumple cinco días después que yo, también casada en la vida real) y la felicitaba justo antes de irme de la fiesta. Había pasado todo el tiempo conversando con otras personas (incluso hablando en contra del matrimonio) y no creía que fuera a poder cruzar palabra con ella. Natalia y yo estábamos contentas de vernos, pero ella me decía algo que daba a entender que me había invitado a su boda por pesar. Yo estaba mal peinada y muy enternecida con ella.

Por último soñé con una animación como de principios de los ochenta (al estilo de aquella de la propaganda de Renault 4, "amigo fiel"). Una voz en off decía que regresar a Bogotá era "como una espuma conocida" mientras aparecía una mujer caminando por una calle del barrio donde queda la casa de mi tía. Entonces, de una alcantarilla que parecía una junta de expansión de un puente, emergía espuma como de Coca-Cola (como la que cae del techo en aquel capítulo de The Big Bang Theory) y a la mujer le daba mucho asco.

En algún punto de esta mezcolanza de sueños se mencionó la palabra "Cavorite", pero no recuerdo cuándo ni cómo ni por qué.


Anoche soñé que estaba con una amiga —creo que era Azuma— y le señalaba a CarlosCaicedo, quien estaba por ahí cerca. Algo me decía esta amiga que yo le respondía "Jis not mai broder. Jis mai broderinló". Lo decía así con el falso inglés pésimo que tanto nos gusta usar a Azuma y a mí.


Anoche soñé que iba a El Cairo con mis papás y mi hermana. Era muy soleado, hacía mucho calor y las pirámides se veían gigantescas a lo lejos desde la autopista que recorríamos en un bus. Yo me preguntaba por qué estaba en Egipto y no en Guam, pero pensaba escribir "Cairo" en Twitter apenas llegáramos a nuestro destino final. Parábamos en unos baños con duchas donde podíamos refrescarnos, pero casi todos estaban muy sucios. Afortunadamente yo encontraba uno bastante limpio con baldosas de cristanac azul y espejos antiguos y me bañaba, tras lo cual le cedía el espacio a unos nigerianos.


Soñé que unos personajes oscuros me invitaban a sentarme al lado de ellos en la banca de una iglesia, lo cual suponía un dilema puesto que si los acompañaba quedaría afiliada al Imperio y mis conocidos me odiarían, pero si me sentaba al otro lado del pasillo junto a los demás sería considerada una Rebelde y tendría que pelear y enfrentarme a una dolorosa muerte. Pensaba que lo mejor era huir alegando que no me gusta Star Wars.